La pintura, la arquitectura y la literatura, así como otras representaciones del arte y cultura japonesa, como la ceremonia del té, son el resultado de una sabia mezcla entre las corrientes imperantes en cada época, provenientes del exterior (fundamentalmente, China y Corea), y las propias ideas y sensaciones de los artistas nipones. Ellos siempre adaptaron la influencia externa a sus propias concepciones estéticas, generalmente de una manera muy creativa.
Literatura fértil
Las obras literarias niponas son variadas y extensas. En ellas se encuentran los géneros dramático, poético y narrativo, además de creaciones como los relatos de los viajes hechos al interior de Japón, todos en un tono de introspección y con una delicada alusión a los sentimientos.
Las primeras obras conocidas (aunque escritas en gran parte en chino, debido a que, al principio, los japoneses usaron los caracteres de esta nación) son el «Kojiki» y el «Nihonshoki» o «Nihon-gi«, colecciones del siglo VIII d.C. sobre las leyendas y tradiciones históricas. Pero la más importante de esa época fue el «Manioshu» («Colección de las 10.000 hojas»), la más antigua antología poética recopilada. Posteriormente y ya escritos en japonés, los poemas se perfeccionaron en su forma, pero aún conservaban su clásica melancolía.
Paralelamente, se desarrolló la prosa, la cual era elegante y refinada, debido a que el saber de la escritura y lectura estaba reservada para la clase alta japonesa. Los dos géneros más relevantes fueron el nikki o diario, y los uta monogatari o cuentos poéticos, escritos casi únicamente por damas de la corte. Una de las obras más famosas del segundo grupo fue «Genji monogatari» («Cuento del príncipe Genji»), del siglo XI, cuya autora fue Murasaki Shikibu. Esta creación es considerada por algunos como el mayor logro de la literatura japonesa.
Entre los siglos XII y XIII se desarrollaron las obras de carácter épico o gunki monogatari, como el anónimo «Heike monogatari» («Cuento de los Heike»), que relataba las luchas entre dos familias feudales. Asimismo, surgió el teatro no, que, de autores budistas, buscaba que los actores, solo por la belleza de sus gestos y palabras, evocaran al mundo trascendente.
La literatura alcanza nuevas fronteras entre los siglos XVII y XIX con la aparición del haiku, corta composición poética con tres versos de escasas sílabas y los libros kana, que no abarcaron únicamente temas de ficción, sino que también ensayos y contenidos históricos. El novelista más destacado fue Ihara Saikaku, con su obra “Koshoku gonin onna” («Cinco mujeres que amaban el amor»).
Por último, en teatro aparecieron dos vertientes más populares que el no: el joruri o teatro de marionetas y el kabuki, compuesto por cantos, bailes y acción teatral. Ambos estilos tocaban, además, temas más cercanos a la vida cotidiana.
Pintura íntima
El arte pictórico clásico japonés se caracterizó por la representación, en una forma delicada y tenue, de la naturaleza, a través de ambientes paisajísticos y de la creación de sentimientos íntimos usando figuras femeninas en diferentes posiciones para dar sensación de movimiento.
Los pintores nipones utilizaron variedad de colores, aunque su dibujo era simple. Se considera que el primer pintor japonés fue Koseno Kanzoca.
Durante el siglo VIII hubo fuertes influencias chinas, hindú y budista. En las centurias siguientes destacaron la belleza y refinada exquisitez en las formas y en el siglo XI se creó la escuela de yamato Ryn, que después se separó en dos corrientes: una china, sencilla y vigorosa y otra de influjo indio, con énfasis en lo decorativo, que dominaron en el siglo XIII. La madera tallada y pintada con flores, dragones y aves surgió a principios del siglo XV.
Ko-Hagen fundó la escuela Kano, las más trascendente durante los siguientes trescientos años en Japón, debido a su rico colorido y líneas audaces y fuertes, que se pueden apreciar en los biombos deslizantes o en las puertas de paneles de madera.
Antes de que se produjera la apertura de esta nación al exterior y se detuviera la iniciativa pictórica interna, hubo una última corriente en el siglo XVIII, la shipo.
Arquitectura religiosa
Las construcciones tradicionales japonesas están notablemente influenciadas por el sintoísmo y el budismo en su estética, ya que están integradas a un entorno natural indisoluble, el cual también forma parte de ambas creencias. No se concibe una edificación sin evocar a un lago, un jardín, las piedras o los árboles de cerezos, lo cual se reafirma al preferir la madera como material básico de construcción, aunque esto también se explica porque resiste mejor los continuos temblores que afectan a Japón.
En la era Heian resaltó el estilo arquitectónico shinden zukuri, que empleó los techos de paja sostenidos por vigas de madera, como es el caso del palacio imperial de Kioto.
En la época Kamakura prevaleció la corriente Tang (de China), que culminó con la edificación de templos de varios pisos, como el Kinkakuji («Pabellón de oro»). Es en esta época que se recurre a los jardines de arena, piedra y arbustos pequeños para complementar las edificaciones.
En el siglo XV estas obras alcanzaron mayor lujo, como en las pagodas de cinco pisos de Kioto, Nikko y Osaka y, en la centuria siguiente, aparecen los castillos.