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Los emperadores de la dinastía Han (207 a.C-220 d.C. aprox.) impusieron el confucionismo y crearon una red de funcionarios de alta confianza llamados «mandarines«. Mantuvieron la estructura administrativa de los Chin, pero le suprimieron su carácter autoritario.

La China Han expandió sus fronteras incorporando lo que hoy es el Tíbet, Corea del Norte y parte de Vietnam. Se desarrolló un activo comercio con los vecinos del norte, así como también con Europa, a través de la «Ruta de la Seda«. En la educación y las ciencias se vivió una época de florecimiento. Además, desde la India se introdujo el budismo (sistema filosófico y religioso basado en las enseñanzas de Buda).

Finalmente, las sublevaciones de estados vasallos y los ataques de pueblos del norte aceleraron la decadencia de esta dinastía (cerca del 220 d.C.) y el inicio de una época llamada de los «Tres Reinos» (221- 256 d.C.). Esta fue seguida por una proliferación de estados: los «Veinte Reinos del Norte» y las «Seis Dinastías del Sur» (220-586 d.C). Durante este último periodo y debido a los ataques de los nómades, se provocó una emigración hacia el Sur que implicó la difusión del budismo y el taoísmo.

Finalmente, el norte se impuso sobre el sur y se inició la dinastía Sui (589- 618 d.C), que reunificó China.

El florecimiento del imperio

Sin embargo, pronto se produjo un colapso de los Sui, que fue atribuido a que el pueblo se habría rebelado contra el gobierno por las fuertes obligaciones que imponía: pago de tributos y trabajo en obras de terminación y reconstrucción del Gran Canal y la Gran Muralla, respectivamente.

Así, a los Sui les sucedió la dinastía Tang o Tang (618-907 d. C.) que abrió uno de los períodos más luminosos de la historia de China, tanto en el campo económico como cultural.

Esta dinastía continuó con la tarea unificadora comenzada por los Sui. Así, reorganizó la administración y aprobó leyes favorables para el bienestar del pueblo. En lo militar, los Tang derrotaron a los turcos y a los coreanos. El expansionismo favoreció el comercio que, en esta época, se vio multiplicado. Esto a su vez fomentó el desarrollo interno de la industria extractiva y metalúrgica.

Las artes se desarrollan bajo el patrocinio de la corte imperial. Así, la poesía floreció como no lo había hecho nunca. El intercambio cultural con otras naciones fructificó: desde Corea y Japón viajaban a China monjes y estudiantes fascinados por la grandeza del imperio y en China, los científicos aprovechaban los contactos con los extranjeros para mejorar su conocimientos.

Pero a principios del siglo X, nuevas rebeliones internas acabaron con la dinastía Tang (907). Luego de ello vendría un periodo de guerras y desórdenes, que duró unos 50 años (907-960), conocido como las «Cinco Dinastías» y los «Diez Reinos«.

A partir del año 960, la dinastía Song o Sung reunificó el país e impuso una serie de reformas económicas que fomentaron el comercio, que se decía llegó a ser tan intenso que fueron mandadas a fundir estatuas para fabricar monedas. Sin embargo, los Song perdieron el control del norte y fueron expulsados, trasladando su capital hasta Hangzhou, donde florecieron las artes y las letras. Esto, hasta que los mongoles, encabezados por Gengis Khan, empezaron a invadir China.

En 1279, el nieto de Gengis Khan, Kublai (o Kubilai) Khan, terminó la conquista y se proclamó emperador de China, cuya capital situó en Khanbaliq (posterior Beijing). Se iniciaba así la dinastía Yuan (1279-1368).

Ellos diseñaron una sociedad étnicamente estratificada: arriba los mongoles, luego los otros pueblos aliados de la estepa, abajo de ellos los chinos del Norte y al final los chinos del Sur. Esto provocó un cierto resentimiento hacia la dinastía extranjera, que se materializaría en numerosas rebeliones posteriores.

A pesar de ello lograron desarrollar la metalurgia, la fabricación de armas y los talleres especializados en madera, jade y vidrio. Arreglaron y extendieron el Gran Canal para facilitar las comunicaciones. En el campo cultural, hubo un relativo esplendor en las ciencias y artes.

Fue durante la dinastía Yuan que dos de los primeros viajeros de Occidente, Marco Polo e Ibn Battuta (ver recuadro), conocieron China.

A partir de 1325, aumentaron las revueltas populares debido a las deterioradas condiciones en que vivían los campesinos.
Esto, sumado al decreciente poder militar de los mongoles, hizo que en 1368, el monje budista Zhu Yuanzhang se sublevara e instalara una nueva dinastía, la Ming (1368- 1644).


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