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Después de la muerte de Mazarino, ocurrida en 1661, Francia requería una dirección enérgica, ya que el país estaba agotado por los esfuerzos de la Fronda. Luis XIV reconoció que las guerras civiles y extranjeras, el caos financiero y las intrigas cortesanas ha bían dejado a Francia muy debilitada.

El Rey Sol, como se denominaba a Luis XIV, era hijo de Luis XIII y Ana de Austria. Nació en el año 1638 en Saint Germaine en Laye y murió en Versalles en 1715. Su gobierno practicó una política de centralización administrativa y favoreció a los burgueses, quienes pudieron tener acceso al Consejo del Estado.

En el año 1660 Luis XIV se casó con la infanta María Teresa de Austria, cumpliendo lo acordado un año antes en la firma de la paz de los Pirineos. En 1662, al año siguiente a la muerte del cardenal Mazarino, decidió asumir personalmente el poder. Su reinado fue un gobierno convertido en el prototipo de la monarquía absoluta. La nobleza era excluida de los asuntos de gobierno, a la vez que los parlamentos habían quedado prácticamente suspendidos a partir de 1673.

Hasta 1678 se limitó a proseguir la línea emprendida por el cardenal Richelieu, en el sentido de asegurar para Francia la frontera noreste.

Actuó, primero, en la llamada guerra de Devolución (1667-1668), por la que Francia obtuvo, en la paz de Aquisgrán (1668), una serie de plazas importantes en la línea fronteriza con los Países Bajos.

Más tarde, la guerra de Holanda dio origen, desde 1673, a la constitución de la Gran Alianza de La Haya, opuesta a la política expansionista de Francia.

La paz de Nimega pone fin a la guerra, y Luis XIV retiene las regiones de Lorena y el Franco Condado. Emprende luego otra serie de guerras en el exterior, que lo enemistan con casi todas las potencias vecinas.

Mientras continuaba el expansionismo francés, otro hecho se dejó sentir sobre el pueblo y el gobierno de Luis XIV: la instalación con su fastuosa corte en el Palacio de Versalles, en 1682.

Con posterioridad, los problemas religiosos con los protestantes se agudizaron, ya que al mismo tiempo que sus ejércitos combatían a los protestantes holandeses, él negaba la libertad religiosa a los hugonotes y reforzaba el control sobre el clero católico. En 1685, decidido a lograr la conversión de los hugonotes, revocó el Edicto de Nantes, y envió a más de 200 mil al exilio, dando paso a la rebelión de los camisards (campesinos protestantes de la región de las Cévennes).

El carácter agresivo del monarca provocó la oposición de muchos, característica que lo lleva a enviar, en 1688, un ejército a Renania (Baviera), con el fin de reclamar el Palatinado para su cuñada, Isabel Carlota de Baviera. Esta guerra con la Liga de Augsburgo (alianza defensiva organizada por el emperador Leopoldo I, con Suecia, España, Baviera, Palatinado y otros Estados germánicos) evidenció las graves deficiencias del ejército de Luis XIV. Es entonces cuando el monarca tiene que ceder a la presión europea, con acciones como la abolición de los cuatro artículos, la renuncia a los Países Bajos y el reconocimiento de Guillermo de Orange como rey de Inglaterra.

Los cuatro artículos aparecen en la Declaratio Cleri Gallicani (Declaración del Clero Francés) aprobada en 1682. En primer término, esta sostenía que los reyes y soberanos no estaban sometidos a ningún poder eclesiástico, por orden de Dios, en las cosas temporales; en segundo lugar, defendía la superioridad del Concilio sobre el papa, restringiendo su autoridad a los cánones eclesiásticos, y quedando sometidas sus decisiones a la aceptación de la Iglesia universal, incluso en cuestiones de fe.

Más tarde, a raíz de una nueva guerra europea, esta vez desatada por el problema sucesorio de la corona hispánica, se acentuó la crisis económica y social en el interior y corazón del reino. Luego, por las paces de Utrecht (1713) y Rastatt (1714) aseguró el trono de España para su nieto Felipe de Anjou, quien reinó con el nombre de Felipe V. Su última empresa militar fue la guerra de Sucesión española.

El ejército real

Las constantes guerras que emprendió Luis XIV modificaron profundamente el sistema militar. Una de las transformaciones más importantes fue la sustitución de los ejércitos improvisados por cuerpos permanentes y regulares. En Francia, la mayor parte de las reformas en este ámbito fueron hechas por Michel Le Tellier, marques de Louvois, un hábil y brutal cortesano que ideó las dragonadas (ataques de dragones, es decir, soldados de caballería con armas de fuego, contra los hugonotes) y la devastación del Palatinado.

Con el fin de mantener la política bélica de Luis XIV se hizo necesario contar con soldados instruidos. Desde 1660 existía un núcleo de tropas permanentes, como la gendarmería de la casa del rey, y doce regimientos de infantería, el primero de los cuales se aumentó rápidamente.

El reclutamiento se hacía por enganches voluntarios, a cargo de enganchadores y sargentos reclutadores. Iban por los arrabales y los pueblos vestidos con elegantes uniformes, haciendo sonar el dinero en sus bolsillos y prometiendo una buena suma a quien decidiera enrolarse. El panorama parecía bastante alentador para los más necesitados, pero las promesas terminaron cuando los voluntarios se encontraron con una cama para tres personas y una ganancia que apenas alcanzaba para comer.

La disciplina era muy rigurosa, y Louvois exigía obediencia sin réplica. Por esto fueron frecuentes los castigos corporales y la prisión en los calabozos.

Origen divino

Luis XIV ha sido reconocido como el representante más perfecto del Absolutismo monárquico. Estaba convencido de que su poder era de origen divino y que tenía pleno derecho para gobernar en forma absoluta, creencia que se convirtió en la piedra angular de su gobierno, tal como él mismo lo declarara: “Cuando Dios impuso reyes a los hombres, esperaba que se les mostrara el respeto debido como vicarios suyos. Solo Dios tiene derecho a juzgar la conducta de los reyes”.

La revocación del Edicto de Nantes

Dos años después de la muerte del ministro Colbert, ocurrió uno de los actos más deplorables del reinado de Luis XIV: la revocación del Edicto de Nantes, que había permitido a los protestantes la libertad de culto. Los cardenales Richelieu y Mazarino lo habían aplicado fielmente, pero Luis XIV no siguió este ejemplo. Basado en su creencia de que él ocupaba el puesto de Dios y de que, como iluminado del Espíritu Santo, no podía admitir que algunos de sus súbditos tuviesen creencias diferentes a las suyas. Desde el inicio de su reinado tuvo la firme intención de extirpar la herejía y de convertir al catolicismo a más de un millón de protestantes. Al principio, esta idea se limitó solamente a una persecución disimulada, pero de a poco se les prohibió a las protestantes la participación en funciones públicas y todas las profesiones liberales. Luego se creó una caja de conversiones, donde se pagaba sumas de dinero a lo convertidos. Pero, sin duda, una de las medidas más excesivas fueron las dragonadas, por medio de las cuales las casas eran saqueadas y sus habitantes torturados.


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