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El núcleo es el centro de control de la célula, donde se encuentra la mayor parte de la información hereditaria de esta. Delimitado por una membrana doble o carioteca, el núcleo contiene un material fibrilar llamado cromatina, la cual se condensa cada vez que la célula se divide y da origen a los cromosomas, que suelen aparecer dispuestos en pares idénticos.

Al interior del núcleo se encuentra el nucléolo, que contiene gran cantidad de ácido ribonucleico ribosomal, precursor de la composición de los ribosomas que hay en el citoplasma, que intervienen en la síntesis de proteínas. El número y tamaño de estos varía según las necesidades ribosomales de cada célula.

El citoplasma es la parte clara que comprende todo el volumen de la célula, salvo el núcleo. Tiene una consistencia viscosa y consta de dos partes esenciales: citoplasma fundamental y organoides celulares e inclusiones. La primera parte se reduce a una solución acuosa formada por varios iones y sustancias orgánicas que la célula incorpora para los procesos biológicos que se realizan en su interior, además de productos de desecho que elimina, consecuencia del mismo proceso.

Citosol y citoesqueleto

El citosol es un gel de base líquida, que tiene una gran cantidad de moléculas de diferentes tamaños. En él se producen algunas de las funciones metabólicas más importantes de las grandes moléculas celulares. El citoesqueleto se encarga de estabilizar la estructura celular, organizar el citoplasma y sus organelos y producir comunicación celular.

Membrana celular o plasmática

La célula interactúa con el medio que la rodea para mantenerse viva a través de la membrana celular o plasmática, que es su estructura más externa. Está formada por lípidos y proteínas y se encuentra perforada por pequeños poros, donde pasan elementos como el oxígeno, hacia el interior, y dióxido de carbono, al exterior.