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Por mucho tiempo se dudó de la existencia de una comunidad de ideas similares entre los diferentes pueblos celtas, que permitiera afirmar que poseían una identidad cultural común. Esto, básicamente porque esta civilización no dejó testimonios escritos sobre sus creencias, gestas e historia, debido a que no confiaban en la escritura, porque creían que esta anulaba el espíritu vivo del conocimiento.

Sin embargo, gracias a la introducción del latín en las naciones celtas, se recopilaron las tradiciones orales célticas. Asimismo, por diferentes descubrimientos arqueológicos se ha podido reconstruir, parcialmente, su arte y sistema de creencias, los cuales reflejan la fecunda imaginación de esta raza.

En el arte expresaron sus propias ideas, es decir, la expresión artística fue hecha más para ellos que para los dioses, ya que la creación propia se entendió como algo visionario y mágico.

En cuanto a su religión, esta fue vital para la unidad cultural del pueblo celta, donde los druidas o sacerdotes celtas, jugaron un papel fundamental.

Maestros del metal

En el arte, los celtas fueron grandes orfebres, trabajando el bronce y el oro principalmente. Este último metal lo acompañaban del marfil, piedras preciosas, ámbar y coral. La pintura la aplicaron sobre piezas de cerámicas y la escultura solo evolucionó en el siglo III a.C., influida por las tendencias mediterráneas.

En la cultura de Hallsttat primó la decoración con elementos geométricos y los motivos principales fueron las barcas, ruedas e imágenes de aves. La ornamentación era recargada y se descubrieron técnicas como la articulación de las piezas metálicas.
Durante la cultura de La Téne comenzaron a cambiar la simetría por motivos curvos y entrecruzados.

Luego, en el siglo IV a.C., se liberalizó el estilo, deformando la realidad y creando dibujos con apariencia de animales y caras humanas. Este método permitió que la visión celta del mundo hallara un óptima forma de expresión.

Luego de la conquista romana surgió el estilo que algunos estudiosos han llamado barroco, el cual no se mantuvo mucho en la Galia, pero sí en las islas Británicas.

En este último lugar el arte céltico sirvió de base para el arte medieval irlandés, por ejemplo, en los códices (manuscritos) decorados y en las cruces de piedra ornamentadas con esculturas.

Literatura múltiple

El cristianismo trajo consigo la literatura a Irlanda, donde la cultura celta sobrevivió mayoritariamente, pudiendo, de este modo, fijar por escrito los primitivos relatos orales. Los textos más antiguos están escritos en lengua gaélica y uno de ellos es el «Lebor na h’Uidre» (Libro de la vaca oscura), también llamado «Libro de Ulster«, del siglo XII. Otra colección importante es el «Libro del Deán de Lismore«, que narra el nexo cultural entre los celtas irlandeses y galeses. Su estilo mezcla la historia, magia y leyenda, con gran fuerza descriptiva y plasticidad.

Los poetas irlandeses o filid y los bardos escoceses y galeses, mantuvieron viva la poesía de origen celta, con su métrica rigurosa y complicada, a pesar de la fuerte presencia inglesa, persecuciones y pérdida de estatus, hasta el siglo XII y XIII respectivamente.

Sin embargo, la magia y ensueño de la literatura celta se propagó por Europa por medio de las leyendas artúricas (sobre el Rey Arturo) y sirvieron de base para las obras de muchos autores posteriores.

Música eterna

Un referente muy notorio y actual de la cultura celta es su música, la cual abarca géneros tan diversos como el folk tradicional de esta civilización, procedente de oeste de Europa, hasta la que se toca en nuestros días y que adapta aportes rítmicos de la primera. Se considera que las más auténticas melodías celtas son las de Irlanda y Escocia.

Los temas se interpretan, por lo general, en tempo distendido y los cantantes agregan sus propios elementos para enriquecer la melodía.

Su principal fuente de inspiración son antiguos cuentos y leyendas. Los instrumentos tradicionales que se usan para este tipo de música son la gaita, el arpa, el violín, el bodhrán y la flauta, entre otros.

Creencias místicas

La religión celta fue principalmente animista, ya que creían que la naturaleza era algo con vida propia.

Reverenciaban a animales sagrados como el jabalí, el oso, el toro y el caballo. En un principio, el culto lo efectuaban en los bosques. Sus celebraciones principales eran el «Shamhain» (comienzos de noviembre) y el «Beltaine» (1 de mayo).

Más de 400 dioses se han encontrado en el panteón celta. Entre los más importantes destacaron Lug, el dios-rey, mago, sabio y soberano de los druidas; Dagda, amo de los elementos y las tormentas, dios de la amistad y de la vida y la muerte, y Ogme (u Ogmios) dios de la guerra.

En todo caso las divinidades no tenían funciones limitadas a sus respectivos gobiernos, ya que la concepción celta era de una realidad en permanente cambio, debido al contacto ininterrumpido entre el mundo físico y el espiritual.

Los druidas eran la casta intelectual y sacerdotal por excelencia. Fueron poetas y sabios y se sabían de memoria todo el conocimiento literario, jurídico e histórico. Impartían justicia, educación, practicaban la adivinación y la magia y realizaban sacrificios, algunos de ellos humanos.


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