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Existe extensa evidencia que demuestra que las expectativas de los profesores sobre el rendimiento de sus alumnos terminan afectando el desempeño de éstos. Sin embargo, pocos docentes tienen confianza en el futuro de sus estudiantes. Al menos, en Chile. Es lo que demostró el profesional de la división de Educación Superior del Mineduc, Francisco Meneses, quien comparó la tasa de acceso a la enseñanza terciaria con la expectativa docente de acceso a la educación superior de sus alumnos, expresada en una encuesta de la U. Alberto Hurtado.

En términos generales, el año 2006 la mayoría de los docentes creía que el 44% sus alumnos llegaría a la educación superior. Pero el 57% lo logró.

Si bien la diferencia es más acentuada en colegios municipales, también se da en particulares. En los primeros, los profesores creían, en 2006, que sólo el 24,4% de sus alumnos llegaría a estudios superiores, pero el 48% de los egresados 2005 lo consiguió.

Entre los subvencionados, los docentes estimaban que la mitad de sus alumnos llegaría a la educación superior, pero casi el 60% lo hizo.

La diferencia es mínima entre los particulares, pero igual existe: los docentes de escuelas privadas creen que el 87% de sus alumnos ingresará a la educación superior y la verdad es que lo hace el 89%.

Cuanto influyen en la realidad

Según Meneses, las bajas expectativas de los docentes se explican porque éstos las formaron en otra realidad, cuando el ingreso a la educación superior era limitado. «Los profesores generaron sus expectativas respecto de sus propias vivencias, que fueron hace 30 años. Hoy en día se entregan muchas becas de educación superior y hay más créditos. Pero los profesores no lo saben», afirma.

Pese a ello, las proyecciones de los profesores han mejorado: en el año 2000, los docentes creían que sólo el 35% de sus alumnos llegaría a la educación superior; en 2008 más del 60%.

Pero igual la cifra preocupa por la influencia que tienen los docentes en el rendimiento de los alumnos. Una investigación estadounidense demostró que la percepción que los docentes tienen de los alumnos de 1° básico hace variar hasta en un 36% su desempeño en matemáticas y un 14% en lectura. Diferencia que también se ve reflejada en las pruebas estandarizadas, en las que los niños llegan a subir hasta en 5% sus puntajes si su maestro cree que pueden lograrlo.

Según los expertos, las ideas que el maestro tenga del niño son trascendentales en su desarrollo. «Las expectativas de los profesores generan realidades en los estudiantes, porque les transmiten confianza y los jóvenes terminan creyendo que eso es lo que podrán alcanzar y acotan sus posibilidades futuras», dice el investigador del Centro de Investigación Avanzada en Educación, Juan Pablo Valenzuela.

El alumno, al estar en permanente exposición a las ideas que emite el profesor, como que es desordenado o malo en matemáticas, establece esas creencias como ciertas. Luego, en su cerebro, se «fijan» esas emociones, por lo que cada vez que se expone al aprendizaje, se vuelven a repetir esas ideas negativas. El profesor puede no darse cuenta y manifestar su rechazo en el tono de voz, el comportamiento, los gestos y las actitudes con las que se dirige a los escolares.

Entre los alumnos vulnerables, la situación es más crítica, porque su contexto hace que las expectativas de los maestros sean más bajas. «Los profesores ven que en las familias de estos chicos hay mucho conflicto, lo que los hace creer que no hay nada que puedan hacer para ayudarlos», dice Isidora Mena, de Valoras UC.


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