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Menos de 60 alumnos, cursos hasta sexto básico, 36 metros cuadrados. Esa era la realidad a inicios de los 90 del colegio Francisco Letelier, de Paine. Hoy, mientras la educación municipal baja su matrícula, este colegio la sube: tiene 175 alumnos, desde prekínder hasta octavo básico, y duplicó sus instalaciones.

También ha mejorado en el Simce. Hace 10 años, el colegio obtenía 203 puntos en matemática y 232 en lenguaje, en cuarto básico. En el último examen, logró 282 puntos en ambas pruebas, ubicándose como el mejor de la comuna.

Los alumnos siguen teniendo el mismo perfil: padres con trabajos esporádicos y sueldos familiares que no superan los $ 230 mil al mes.

¿Qué cambió entonces? Hace 22 años, Benjamín Berríos (40), un profesor de educación primaria, tomó la dirección del colegio.

Berríos se encontró con una realidad difícil: los docentes no trabajaban en su especialidad, los de Matemáticas hacían Educación Física, los de Lenguaje hacían Arte y así otros tantos ejemplos similares. Se quejaban de que los alumnos no hacían las tareas y los padres argumentaban que sus hijos no entendían. Las inasistencias en invierno llegaban al 60%.

Berríos, entonces, hizo lo que los estudios califican como la gestión ideal: entró a las clases para chequear que los contenidos fuesen enseñados correctamente, involucró a los apoderados y capacitó a los docentes. «Al igual que un alumno, hago preguntas y comparto con los estudiantes. Después, me reúno con la jefa técnica a discutir sobre las debilidades y fortalezas del profesor y le hacemos sugerencias», explica.

La segunda de sus metas fue lograr la participación de los padres. Tomó su auto y visitó a los alumnos. Cuando llegó a la primera vivienda, en pleno invierno, Berríos se dio cuenta de la raíz del problema. Juanito, de cuarto básico, estudiaba en una esquina con la última vela que quedaba. Entonces, surgió la primera medida: «Todas las tareas se realizan en la jornada escolar». Además, como los caminos eran malos, gestionó la compra de un bus para asegurarse que los niños llegaran a clases. Hoy, la asistencia supera el 90%.

Otro trabajo eran los apoderados. Muchos no habían terminado cuarto medio, por lo que decidió educarlos después de clases. «Al principio no les gustó. Pero les dijimos que si fomentábamos el estudio en casa, mejoraríamos los resultados», relata.

Los docentes

También reorganizó el trabajo de los docentes, de acuerdo a los currículos y experiencia de cada uno, e instauró consejos dos veces a la semana, donde se comparten experiencias y lanzan estrategias para superar las dificultades.

El perfeccionamiento fue otra de sus preocupaciones. Una de las exigencias del director es que los profesores sigan aprendiendo. Por ejemplo, cuando llegaron los primeros computadores, los alumnos superaban a los docentes. Se contactó con Enlaces para pedir capacitación y la UC les enseñó a los profesores. Desde entonces, les deja una hora libre al día para que los maestros puedan usar el PC.
Tras varios años de insistir en las medidas, los aprendizajes mejoraron como consecuencia. En 1988, en sexto básico había niños que no sabían leer. En 2000 implementó un plan lector que incluía, entre otros ítemes, lectura silenciosa por media hora todos los días. Ahora ningún niño es promovido a segundo básico sin saber leer. Las tasas de repitencia bajaron de 25% en 1988, a menos del 1% en 2008.

Pero la gestión del director no se queda allí. Como al colegio asisten niños con síndrome de Down, retraso mental y déficit atencional, Berríos y su equipo se propusieron una nueva meta: habilitar dos salas para estos alumnos y contratar a profesionales.

Tras golpear varias puertas, obtuvo los recursos. Se trataba de un amigo director, quien facilitó el dinero para construir la primera sala de integración de la escuela. «Teníamos los materiales, pero faltaba la mano de obra». Así que, junto a un auxiliar, se puso a martillar.

El director, figura clave

Numerosos estudios coinciden en que el liderazgo directivo marca una diferencia en los aprendizajes de los estudiantes, sobre todo cuando fomentan las prácticas con impacto en los logros de los alumnos. Es una de las conclusiones del estudio «¿Quién dijo que no se puede?», liderado por Cristián Bellei, que concluyó que las escuelas de alta vulnerabilidad que logran resultados destacables son las que presentan «líderes y autoridades percibidos como tales». Otro informe norteamericano siguió por 30 años a 2.894 colegios y demostró que en escuelas con iguales características, la que tenía un director líder aumentaba el nivel de logro de sus estudiantes en 10 puntos percentiles.


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