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Según cifras del Ministerio de Educación (Mineduc), en 2011 el 86% de los escolares señaló haber sido testigo, en reiteradas ocasiones, de abusos y violencia en la sala de clases. Asimismo, la cantidad de denuncias por maltrato físico y sicológico superó las 2.000 durante el año pasado, lo que motivó a que en septiembre del año pasado se firmara la «Ley de Violencia Escolar», que establece normas y obligaciones en los colegios para tratar el bullying.

En una sala de clases de cualquier colegio es común escuchar a los compañeros referirse a otros con epítetos como «gordo» o «cabezón», términos que hacen referencia a la condición socioeconómica, orientación sexual, contextura física, entre otros. Y aunque a los adultos nos puede resultar normal relacionarnos con este tipo de apodos, para los niños es distinto: su autoestima está en formación y suelen sentirse menoscabados.

Se habla de «bullying» a la violencia ejercida reiteradamente a través de distintas formas, según explica la psicóloga de Vidaintegra, Karen Cristi: «agresión física (golpes, empujones, robos, deterioro del material escolar); agresión psicológica, acciones dirigidas a menoscabar la autoestima (excluir, amenazar, insultar), y agresión verbal (sobrenombres, generar rumores etc…). En este contexto, estudios muestran que los hombres participan más de agresiones físicas, y las mujeres tienden a la violencia verbal».

Durante los últimos años también se han vuelto comunes las agresiones a través de internet y celulares, de ahí que la nueva Ley establezca el ciberbullying.

«Este es un problema grave que afecta de forma transversal en cualquier nivel socio-económico», explica la sicóloga, aunque un estudio del Mineduc señaló que – a nivel de colegios – se sufre con mayor frecuencia en establecimientos municipales y particulares subvencionados.

Atención a las señales

Pero, ¿cómo reconocer a un niño que está siendo víctima de bullying? La especialista de Vidaintegra indica que «se pueden observar algunas señales como bajo rendimiento académico producto de la ansiedad, deterioro del material escolar, cambios en su actitud hacia el colegio, manifestar que no quiere ir, tristeza, aislamiento de su entorno, pesadillas y/o enuresis (hacerse pipi)». La sicóloga Karen Cristi también señala que hay ciertos rasgos en la personalidad de los niños que pueden volverlos más propensos a ser víctimas de hostigamiento, como la baja autoestima, la creencia de que no podrá resolver sus conflictos por sí solo, temor a un mayor rechazo de los demás si denuncia, además de ser retraídos y sumisos.

Reconoce a los niños agresores

En este sentido, la especialista entrega algunas claves para reconocerlos. «En algunos casos gozan de popularidad en su grupo, pueden ser impulsivos, buscan obtener la atención de los demás al dominar y someter a la víctima. Se aprecia que existe una distorsión cognitiva, es decir, realizan una interpretación de la realidad en la que evaden las consecuencias de sus acciones, lo que implica ausencia de empatía, esto es, dificultad para ponerse en el lugar del otro». Sobre los rasgos en la personalidad de estos niños, explica que «muestran una actitud positiva hacia la violencia, baja tolerancia a la frustración, escaso control de la ira, ausencia de empatía; y una disminuida capacidad de reflexionar, esto es pensar en las consecuencias de sus actos».

Suele ocurrir que la familia de niños agresores tiende a ser permisiva: no hay límites claros acerca de los propios derechos y de la sana coexistencia con los derechos de los demás. Asimismo, «si en el entorno cercano las agresiones, ya sean físicas o verbales, son permitidas, el niño reproducirá esto en el colegio asumiéndolo como un patrón de relaciones sociales», señala la sicóloga.

¿Cómo apoyarlos?

En los casos de bullying siempre es importante incluir a la familia, amigos más cercanos y al colegio, para brindarle apoyo integral tanto a los niños que sufren de bullying como a los agresores.

«Es de suma importancia que los padres escuchen y contengan a sus hijos, de manera que éstos se sientan libres de contar lo que están viviendo. Manifestarles que no es su culpa, y realizar un fuerte compromiso en que se le ayudará a resolver el conflicto. Es importante no alentar conductas agresivas como forma de defenderse, informar al colegio y pedir colaboración para una buena resolución. Dependiendo del grado de ansiedad y miedo que presente por el colegio, evaluar la opción de cambiarlo, y además consultar con un psicólogo», indica la especialista.

En el caso de los niños agresores, «se debe realizar un trabajo en conjunto con la familia, ya que es fundamental que ésta sea parte activa en el proceso de su hijo. Propiciar que participe en actividades dirigidas al desarrollo de la empatía y acompañar esta medida con atención psicológica. En algunos casos se debe complementar con consulta psiquiátrica, ya que puede ser necesario un tratamiento farmacológico, como por ejemplo para el control de impulsos o un estabilizador del ánimo», indica la sicóloga.

«Cualquier niño puede ser víctima de acoso escolar, por lo que la comunicación en la familia y entre los padres o apoderados con la comunidad escolar es un agente protector a la hora de la prevención. Puede haber conflictos sin agresión, pero no violencia sin conflictos», señala Karen Cristi, y agrega que «por otra parte, la prevención primaria corresponde a la responsabilidad que tienen los padres en el desarrollo del niño, brindar buenos ejemplos, enseñar a respetar a los otros y a su entorno, comunicarse cuando algo les molesta, educar las emociones, reconocer los sentimientos que pueden surgir en situaciones difíciles y ver formas de enfrentarlos adecuadamente».

La familia es la principal fuente de amor y educación de los niños; a partir de ella aprenden a socializar basados en lo valores, normas y comportamientos enseñados en casa; «evitemos que nuestro hogar se convierta en un escenario hostil o por el contrario demasiado permisivo», agrega.


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