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El año 570 de la era cristiana (algunos precisan que el 27 de agosto) nació Mahoma en La Meca. Su padre, Abdallah, muerto dos meses antes de este hecho, fue hijo de uno de los pontífices del célebre templo de la Caaba, y su madre, Amina, era hija de un jefe de tribu.

Mahoma fue primero amamantado por su madre, y después, según costumbre, colocado en una tribu nómada del desierto, donde no permaneció más que hasta la edad de tres años.

Infancia de Mahoma

Apenas salía de la primera infancia cuando su madre murió, dejándolo al cuidado de su abuelo Abd-el-Mottatib, que lo crió en medio de comodidades. Pero este murió dos años después de Amina y, recogido por un tío suyo, un comerciante en permanente viaje, Mahoma debió cuidarse a sí mismo.

Años después, debido a su matrimonio con una rica viuda llamada Jadidja, Mahoma tuvo suficiente estabilidad económica para dedicarse a meditar.

Gracias a las caravanas comerciales que emprendió por los negocios de su familia política, Mahoma entró en contacto con las principales ideas de las religiones monoteístas, es decir, del judaísmo y el cristianismo, pero en versiones alejadas de la ortodoxia.

Según la tradición islámica, una noche en que Mahoma meditaba en el monte Hira, el arcángel Gabriel se le apareció y le comunicó la existencia de un solo Dios (Alá) y que él, Mahoma, sería su profeta, por lo que su misión era llevar la palabra de Dios a los infieles (no creyentes).

En el año 613, Mahoma comenzó a predicar en la ciudad de La Meca, el centro comercial más próspero de los árabes y sitio de la Caaba, el templo principal del culto politeísta que se practicaba entonces.

Mahoma se oponía al politeísmo, y por esta razón despertó el enojo de muchos personajes importantes y de los comerciantes. Debido a los ataques, en 622 el profeta emigró con sus seguidores hacia la ciudad árabe de Medina.

A este episodio de su vida, cuando Mahoma huye de La Meca y comienza su peregrinación, se le llama la hégira, y con él se señala el fin de la época preislámica y el inicio de la era del Islam, por lo que los musulmanes lo consideran el año cero de su calendario lunar.

Así que estuvo en Medina, Mahoma empezó a organizar el culto que había fundado; y el Corán, que entonces no era más que un bosquejo, fue completándose por medio de frecuentes revelaciones que el cielo enviaba al profeta en todas las circunstantes difíciles.

En el año 630 Mahoma volvió a La Meca y la conquistó. El profeta del Islam destruyó los ídolos de los dioses y quitó las pinturas que se encontraban en la Caaba, dejando solo la piedra negra que permanece hasta hoy.

Tomada La Meca, el territorio sagrado fue delimitado y la Caaba fue establecida como centro del Islam. Este acontecimiento fue decisivo, pues dotó al mundo islámico de un símbolo de unidad a través de la diversidad.

En vida, el profeta Mahoma consiguió dar a la península arábiga una unidad musulmana. Con ello culminó un proceso, gestado desde el siglo V, que se encaminaba a la formación de un Estado en Arabia. Pero cuando murió el profeta, sin dejar herederos varones o un sucesor, surgió una crisis política.

El Corán

La doctrina de Mahoma está contenida en el Corán. Corán quiere decir relato. Se dice que cuando Mahoma predicaba, sus adeptos tomaban nota de lo que decía en hojas de palmera, en paletillas y omóplatos de carnero y en piedras lisas. Ocurrida la muerte de Mahoma, se reunieron y transcribieron aquellos fragmentos, que constituyen el Corán.

Para los musulmanes, el Corán no solamente es lo que la Torah para los judíos o el Evangelio para los cristianos, es decir, el libro de la ley de la historia religiosa, sino además el libro por excelencia, el que reemplaza a los demás libros y cuyo contexto es todo ciencia.

Contiene tanto la ley civil como la ley religiosa. Aún hoy en todos los países musulmanes es el libro del juez y del sacerdote: se asemeja a un evangelio que fuera al mismo tiempo un código civil y penal.

Foto: Pixabay
El Corán es el libro sagrado musulmán. Foto: Pixabay

La doctrina musulmana

La religión de Mahoma no se distingue por la originalidad; es una mezcla de las doctrinas judías y la cristiana.

Sólo Dios es Dios, dice el Corán. Dios, Alá, es el creador de todo ser y de todas las cosas, y el juez soberano. De antemano determina el destino de cada uno, y nada puede modificar su voluntad: esta es la doctrina del fatalismo.

Alá está rodeado de ángeles, dóciles servidores suyos, y debajo de los cuales se agita Iblis, el apedreado, jefe de los demonios, ángel caído a quien perdió el orgullo.

Alá se comunica con los hombres por medio de profetas. Abraham, Moisés y Jesús son profetas que han revelado partes de la verdad religiosa. Mahoma es el último y el más grande de los profetas.

Después de muertos, los hombres son juzgados por Alá; resucitarán el día del juicio final, «cuando la Tierra tiemble con violenta sacudida y cuando las montañas vuelen cual copos de lana teñida».

Los perversos y los impíos serán arrojados a la Gehena (el infierno): el fuego será su morada y allí beberán agua hirviendo. Los creyentes irán al Paraíso. «Allí habitarán el jardín de las delicias, donde reposarán en divanes adornados de oro y pedrería. Tendrán a medida del deseo las frutas que les gustan y la carne de aves rarísimas. Los más favorecidos de Alá verán su rostro día y noche, felicidad que excederá a todos los placeres de los sentidos, tanto como el mar a una gota de rocío».

Para merecer el paraíso es preciso creer en el dogma del Dios único y cumplir las prácticas del culto.

Los musulmanes deben ser humanos y justos entre ellos, porque todos son hermanos. Está prometido el Paraíso a todos los que mueren combatiendo por la fe.

La religión antes de Mahoma

Antes de Mahoma las tribus árabes habían tenido una gran variedad de cultos, entre los cuales los más extendidos eran los del Sol y de los principales astros; y como tomaron de los pueblos con los cuales comerciaban muchas de sus divinidades, su Panteón (templo dedicado a todos los dioses) estaba tan poblado como el Olimpo (morada a los dioses) grecorromano.

Inscripciones asirias siete u ocho siglos anteriores a Cristo demuestran que, en una época muy remota, los árabes eran politeístas y erigían estatuas a sus dioses.

Sin embargo, existían gérmenes de unidad entre aquella variedad de cultos de Arabia, y le bastó a Mahoma desarrollar dichos gérmenes para llevar a cabo la empresa de unificación que había acometido.

Estaba, como ya se indicó, la Caaba, templo venerado por todos los pueblos de la península, los cuales iban a visitarlo en romería desde mucho tiempo antes. La Caaba era el verdadero Panteón de los dioses de Arabia. Y, cuando Mahoma apareció, contenía las estatuas o imágenes de 270 dioses (ciertos libros hacen subir este número a 370), entre los cuales, según testimonio de los autores árabes, figuraban Jesucristo y la Virgen María.

Todos los pueblos de Arabia cifraban su gloria en adornar la Caaba, siendo hasta para los judíos un sitio muy venerado.

La custodia del templo estaba confiada a los árabes de la tribu de los coreixitas, quienes, por esta razón, disfrutaban de una autoridad religiosa que toda Arabia reconocía.

Muchos árabes adoraban un solo Dios, sin contar los que ya en tiempos de Mahoma practicaban el cristianismo o el judaísmo, los cuales eran bastante numerosos.

Se los llamaba hanyfes, título que Mahoma se complacía en aplicarse, y no solo admitían un Dios único – lo cual es uno de los principios fundamentales del Corán-, sino que enseñaban -lo cual es otro de los más esenciales principios del mismo libro-, que el hombre debe someterse a la voluntad de Dios de un modo tan absoluto como Abraham cuando se disponía a degollar a su hijo Isaac. No sin razón ha podido, pues, Mahoma decir en el Corán que había habido musulmanes antes de él.

Esta concentración de dioses en la Caaba de La Meca hacía posible la fusión de los diversos cultos en uno solo, resultado facilitado también por el hecho de que los adoradores de aquellas divinidades hablaban la misma lengua.

Había llegado el momento en que todos los árabes podían unirse en una sola creencia. Así lo comprendió Mahoma, y esto le dio la fuerza que tuvo. Lejos de pensar en fundar un culto nuevo, según a veces se repite, se concretó a predicar que el único dios verdadero era el fundador de la Caaba, que toda Arabia veneraba, es decir, el Dios de Abraham.

El islamismo en el mundo de hoy

En la actualidad, los nueve países más grandes de población musulmana son:

– Indonesia: 170.310.000 musulmanes

– Pakistán: 136.000.000 musulmanes

– Bangladesh: 106.050.000 musulmanes

– India: 103.000.000 musulmanes

– Turquía: 62.410.000 musulmanes

– Irán: 60.790.000 musulmanes

– Egipto: 53.730.000 musulmanes

– Nigeria: 47.720.000 musulmanes

– China: 37.108.000 musulmanes


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