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Dentro de los museos más nuevos que se han creado en la Región Metropolitana se encuentra el Museo de Arte Precolombino, inaugurado oficialmente el 10 de diciembre de 1981.

Está situado en calle Bandera 361, esquina de Compañía, en pleno centro de Santiago, en el antiguo Palacio de la Real Aduana, edificio de líneas neoclásicas construido en 1805 y declarado Monumento Nacional en 1978.

Este museo nació por iniciativa de Sergio Larraín García-Moreno, quien logró coleccionar cientos de objetos sobre la cultura desarrollada por los americanos antes de la llegada de los españoles.

Para hacer posible su creación se formó una institución que integran la Municipalidad de Santiago y la Fundación Familia Larraín Echeñique.

La Fundación es propietaria de las colecciones que se exhiben y su función es administrar y gobernar el museo. La Municipalidad es propietaria del edificio y aporta el financiamiento.

El edificio

El lugar y las edificaciones que sirven de sede al Museo son parte de la historia de Chile. Cuando Pedro de Valdivia decidió fundar Santiago, hizo merced del solar que hoy ocupa el museo a Juan de Cuevas, corregidor de Santiago, en 1555.

En 1635, el sacerdote Alonso de Ovalle instaló allí el Real Colegio Convictorio de San Francisco Javier, el cual pasó a ser, en 1768, sede del Real Convictorio Carolino de Nobles.

En las postrimerías de la Colonia, en 1805, se construyó en ese mismo terreno el Palacio de la Real Aduana.

Corresponde a la misma edificación, remodelada, que hoy ocupa el Museo. Sirvió también de sede a las Cortes Suprema y de Apelaciones a mediados del siglo pasado.

Con posterioridad fue prácticamente destruido por un incendio, pero restaurado por la Municipalidad de Santiago.

Interior del Museo de Arte Precolombino. Foto: La Tercera
Interior del Museo de Arte Precolombino. Foto: La Tercera

Obras del Museo de Arte Precolombino

Las colecciones que aquí se encuentran depositadas proceden de las diferentes áreas culturales que existieron en nuestro continente en los últimos milenios, cuyos destinos se vieron interrumpidos en el siglo XV cuando Cristóbal Colón llegó a América.

En la época del Descubrimiento existía una población estimada en cerca de cien millones de habitantes. Poblaron extensos territorios y se concentraron en áreas tan importantes que sus ciudades a veces sobrepasaron en población y magnificencia de sus monumentos a las mayores concentraciones urbanas europeas.

La mayoría de las piezas de que dispone el museo resumen más de cinco mil años de prehistoria americana, es decir, desde las primeras civilizaciones hasta la invasión europea.

En sus salas se aprecian obras de tejedores como los de Parakas, joyas en piedra semipreciosas de Nicoya y Línea Vieja, trabajos de orfebrería de Vicús, Moche y Chimú. Una estela maya; figurillas femeninas de Valdivia, las más antiguas del continente; cerámica de alfareros incomparables como los de Chorrera, Nazca, Tiwanaku, Maya y VeraCruz; y muchas otras obras maestras del arte americano.

La mayoría de las piezas de la colección proviene de los ofertorios funerarios de individuos de elevada posición social y, por tanto, representan el punto más alto alcanzado por la respectiva sociedad.

Pero también se da cuenta y contiene mensajes ricos en referencias sobre aspectos de la vida cotidiana, tales como flora y fauna, tipos físicos humanos, distinciones de rango, sexo y edad, prácticas sexuales, enfermedades, etc.

Obras del continente

La gran cantidad de piezas que se conservan en el Museo hace que éste sea el único que en Latinoamérica ofrezca un completo panorama de arte precolombino.

También sirve como valioso material interpretativo a arqueólogos, prehistoriadores, antropólogos y otros estudiosos de estas culturas.

La presentación de esta colección ha seguido fielmente los deseos de su fundador, en el sentido de agrupar en un solo lugar todo aquello que concierne a la América precolombina.

Cuando le correspondió inaugurar el Museo, Sergio Larraín García-Moreno recordó que el tamaño de los monumentos de culturas tales como las aztecas, mayas e incas, “o la ignorancia de los conquistadores acerca de los sitos donde se encontraban, salvó de la destrucción y del olvido a muchos de ellos. Así como la invisibilidad de sus tumbas en las que se enterraban, junto con sus difuntos, los objetos sagrados o preciosos que les pertenecían, ha permitido que algunos de éstos pudieran llegar intactos hasta nosotros”.

Origen del Museo de Arte Precolombino

Justificando su afición por coleccionar obras de esta naturaleza, dijo en aquella oportunidad que “aunque en los primeros años no pensé que estos objetos pudieran un día constituir un museo, muy pronto fui tomando conciencia de que tampoco podían dispersarse a mi muerte, y se me fue haciendo más y más imperativa la necesidad de que, en alguna forma, ellos debían, permanecer juntos, como unidad. Nació en mi la idea de que yo tenía la misión de evitar que a otros jóvenes americanos pudiera ocurrirles lo que a mí me había pasado durante tantos años de mi vida: vivir ignorando lo que fue la América precolombina, la variedad y movilidad de sus culturas, la fuerza y el misterio de su arte, y así surgió la idea de un museo que yo podría formar, en el futuro”.


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