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Nada ocurre de modo más perfecto que la vida, y con ella todos los procesos naturales que  el sujeto va desarrollando para moverse en el mundo.  El cuerpo lidera los mayores aprendizajes del ser humano mediante la activación de recursos innatos, todo cuanto nos distingue como especie animal pasa por  la corporalidad siendo esta la escena obligada de todo aprendizaje primario.

El ser humano aprende desde el cuerpo, porque es en la constatación de su corporalidad que se reconoce, se nombra  e identifica a los otros. Para el infante todo  ocurre en el cuerpo, el niño es una unidad y cada acción que ejerce le permite constatar dicha condición, moverse es su vocación mediante la cual se explora a sí mismo y su entorno. El código corporal lo es todo, piel contra piel, caricias, sonido y resguardo forman un todo armónico donde el placer constituye la meta.

Pero, ¿es que el cuerpo nos sirve sólo en una primera etapa, y habiéndose instalado el pensamiento, sería necesario dejarlo de lado reduciéndolo a ser vehículo inevitable de apetitos y necesidades varias? La verdad es que al parecer la escena educativa pierde una aliado poderoso cuando intenta silenciar el cuerpo, aquietarlo manteniéndolo anónimo e invisible. La escuela no sólo olvida sino que niega  intencionadamente el cuerpo uniformándolo, inmovilizándolo, enmudeciéndolo, ignorándolo, fragmentándolo.

La escuela va olvidando paulatinamente  la esencia del niño confiando en ser capaz de  transformarlo en un estudiante, y si bien este aún no deja de ser niño deberá dejar de comportarse como tal por tiempos cada vez más extensos con lo que comienza a gestarse un constante estado de tensión producto de toda la actividad lúdica, motora y relacional,  propia del infante, que se encuentra reprimida.
Incorporar recursos lúdicos a la labor pedagógica  permitiría aprovechar toda esta vitalidad constreñida que no desaparece sino que se queda generando ruido y malestar, incomodidad, perturbación. ¿Dónde? En el cuerpo.

Jugar puede ser una actividad absolutamente situada en el ámbito escolar, y eso bien lo saben los docentes de los primeros años, el problema sobreviene después, cuando se espera que los estudiantes manifiesten conductas y saberes estandarizados que inhiben la diferencia y actúan cruelmente con aquel sujeto que no cumple con los parámetros esperados.

Una de las formas de integrar las necesidades del sujeto con lo que el mundo de la educación espera de él, son las artes y dentro de ellas las artes de la representación ofrecen la oportunidad de utilizar el cuerpo y la voz  desde una perspectiva integradora. Si bien las artes tienen algún espacio al interior del currículum, estas pueden ser una herramienta al servicio de cualquier asignatura, siendo muy importante considerar que el factor motivacional actúa como garante a la hora de conseguir aprendizajes, y la experiencia es lo que hace que dichos aprendizajes sean significativos.


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