LA TERCERA. Lunes 22 de enero de 2007.
Columna de Opinión : Harald Beyer – Economista del CEP.
Las brechas de rendimientos que, en promedio, existen entre establecimientos particulares y municipales se explican en buena parte por las diferencias socioeconómicas. La influencia de este aspecto no sólo se repite en Chile, sino que en los más diversos sistemas educativos del mundo, independientemente de la mezcla de provisión pública y privada.
Sin embargo, esta observación a menudo nos hace olvidar que los promedios esconden enormes diferencias al interior de una sala de clases o de un colegio, que no se pueden explicar acudiendo a la realidad sociocultural. Hay que pensar en los esfuerzos, motivaciones, expectativas, compromiso de los padres y las habilidades, entre otros factores, para comenzar a entender esas diferencias. A la hora de competir, esos factores no necesariamente se despliegan de manera equivalente en todas las “canchas”.
Cuando se abandonó la PAA se argumentó que una prueba como la PSU, más rica en contenidos de la educación media, representaba una posibilidad para reducir las brechas.
La explicación nunca pareció muy convincente. Las oportunidades educativas son tan distintas en nuestro país que la primera prueba, más orientada a habilidades, parecía una cancha más apropiada para competir. No estamos hablando de revertir el peso de las diferencias socioeconómicas, sino que éstas se reflejen con la menor intensidad posible. La evidencia sugiere que la PSU no sólo no ha logrado reducir las brechas, sino que las ha aumentado. Desde el punto de vista de la equidad, el cambio no parece haber sido un acierto
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