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La reproducción es un proceso donde se unen un espermatozoide y un óvulo a través del acto sexual. Esto sucede porque tanto el cuerpo del hombre como el de la mujer están adaptados para este proceso. Ambos tienen sistemas reproductores únicos, con órganos especializados en el depósito y conducción de las células sexuales que ellos mismos producen.

Si la relación sexual se efectúa cerca del momento de la ovulación, es muy probable que haya concepción. Esto porque los espermatozoides que fueron depositados en la vagina inician de inmediato su viaje ascendente hasta cruzar el cuello uterino y llegar hasta el útero.

Los espermios se propulsan gracias al movimiento enérgico de sus colas, pero no todos llegan hasta el final del viaje, ya que muchos  se deterioran y mueren debido a la acidez vaginal.

Acto sexual

También llamado coito, es el acto procreador y la forma más efectiva que tiene la naturaleza de transferir los espermatozoides desde el cuerpo masculino al femenino. Este desencadena una serie de acciones voluntarias e involuntarias. Entre las primeras, destaca el deseo consciente de la pareja por unirse físicamente, mientras que entre los actos inconscientes se encuentran todos los procesos que preparan a ambos cuerpos para una efectiva unión. Al hombre se le erecta el pene, debido a que el tejido esponjoso se llena de sangre.

Cuando la mujer siente excitación, produce un fluido que lubrica las paredes vaginales. Al mismo tiempo, el incremento de la irrigación sanguínea hace que el clítoris aumente su tamaño y también que los pechos experimenten una erección. A medida que la excitación sexual aumenta, la vagina se expande como un globo, la piel se vuelve rosada y la velocidad de contracción del corazón y la presión arterial aumentan.

En el hombre el proceso es muy parecido, ya que su pene aumenta de tamaño debido al incremento de la irrigación sanguínea, erectándose. Los testículos suben y se acercan al cuerpo. La frecuencia cardíaca y respiratoria aumentan a medida que se incrementa la excitación, apareciendo líquido lubricante en la punta del pene, que puede contener espermatozoides.

Al momento del coito, el pene del hombre es introducido en la vagina de la mujer. Los tejidos que rodean la parte exterior de la vagina se hinchan, reduciendo el tamaño de su diámetro, de tal forma que el pene queda atrapado en ese lugar. El clítoris se eleva y la frecuencia cardíaca y la presión sanguínea continúan elevándose, el cuerpo se acalora en forma descontrolada. El hombre presenta una erección completa del pene, que si bien ya había logrado en la fase de excitación, puede aumentar ligeramente el diámetro del glande.

Cercano al momento de la eyaculación, la frecuencia cardíaca y respiratoria se aceleran extraordinariamente. En este momento ambos están próximos a llegar al orgasmo, que es el punto culminante del acto sexual y solo dura unos segundos. En la mujer se produce una serie de contracciones musculares rítmicas en la vagina. La frecuencia cardíaca, la presión sanguínea y la frecuencia respiratoria alcanzan su máximo punto y los músculos de todo el cuerpo se tornan tensos.

El orgasmo del hombre es sin duda más explícito que el de la mujer, ya que culmina con la eyaculación. Generalmente hay tres o cuatro expulsiones de semen, cada cuatro o cinco segundos. Al igual que la mujer, la frecuencia cardíaca y la respiración alcanzan su máxima expresión.

Luego del orgasmo, todo vuelve a la normalidad. En la mujer, el útero desciende a su posición original, aunque el canal cervical se mantiene abierto para que los espermatozoides puedan nadar a través del útero y fecundar el óvulo. La vagina vuelve a su tamaño normal.

En el hombre, el tamaño del pene disminuye a la mitad de lo que era en el momento de mayor excitación. Durante esta fase existe un período refractario, en el cual una segunda erección es imposible, a pesar del estímulo que se le aplique. La duración de este período varía en cada hombre. En la mujer esto no ocurre: ella podría volver a excitarse sin problema y tener otro orgasmo inmediatamente.

Eyaculación

Es la expulsión del semen en la vagina de la mujer. En este proceso, el hombre deposita entre 120 y 600 millones de espermatozoides en las proximidades del cuello uterino. Estos nadan hacia arriba por los movimientos de sus colas y por las prostaglandinas (ácido prostanoico), que disuelven el tapón mucoso de la entrada del útero.

Espermios en el útero

Al llegar al útero, los espermatozoides se encuentran con un medio ambiente rico en glucosa que les ayuda a llegar a las trompas uterinas, donde, si la mujer ha ovulado en las 48 horas precedentes, encontrarán un óvulo maduro. El primer espermio que alcance el óvulo y penetre su superfi cie libera una enzima llamada hialuronidasa. Luego, se abre paso a través del revestimiento químico del óvulo y ambas células se fusionan.

La fecundación

El viaje reproductivo comienza por la vagina, lugar donde es depositado el semen. Desde ahí, los espermios del semen ingresan al útero por el cérvix y luego prosiguen hasta las trompas de Falopio, lugar exacto de la fecundación.

La cola de los espermatozoides facilita su desplazamiento, pero también colaboran diversas contracciones de las paredes de la vagina y el útero.

Al encuentro reproductivo solo llegan, aproximadamente, doscientos espermios. Estos rodean al óvulo y comienzan a liberar una enzima proteica, llamada hialuronidasa, que modifica la superficie del gameto femenino, rompiendo las capas que lo constituyen. Uno solo es capaz de ingresar por completo; cuando esto ocurre, activando sustancias que anulan la entrada de los demás gametos masculinos.

Un conjunto de reacciones y divisiones es el que viene a continuación.

El espermatozoide ganador se abre paso a través de las diferentes capas que recubren el óvulo, pierde su cola y avanza hacia el encuentro con el núcleo.
La fecundación ocurre cuando se fusionan los núcleos, tanto del espermatozoide como del óvulo. De esta manera, se logra reunir un total de 46 cromosomas (cada célula sexual aporta 23), lo que constituye la dotación cromosómica del nuevo individuo. Si bien la mitad de la información genética corresponde a cada uno de los padres, la unión
genera la creación de un individuo único e irrepetible, que en este momento se denomina cigoto.

División e implantación

Tras la fecundación, el cigoto desciende lentamente a lo largo de la trompa de Falopio para llegar a su destino final: el útero. Como la nueva célula carece de movimiento propio, es ayudada por los cilios o pequeñas vellosidades que recubren el interior de la mucosa tubárica, las que se mueven de un lado a otro como verdaderos brazos, empujándolo hacia la pared uterina. Durante este viaje, que dura cerca de ocho o nueve días, el cigoto sufre numerosos cambios. Si bien ya contiene todo el material genético necesario para desarrollarse, se sigue dividiendo y modificando.

Así, aproximadamente, 36 horas después del encuentro, la nueva célula se divide en dos y realiza este proceso por mitosis, formándose dos células nuevas idénticas, cada una de las cuales tiene una copia exacta de toda la información genética de la célula original. De ahí en adelante comienza una sucesiva división celular, doblándose continuamente la cantidad de células del nuevo individuo.

A las 72 horas, el cigoto ya estará constituido por 16 células, adquiriendo una forma similar a la de una mora y por ello recibe el nombre de mórula. Esta termina el viaje por la trompa y llega finalmente al útero. Sin embargo, el proceso de división celular no termina ahí.

Cuando la mórula se vuelve una bola más sólida, ahora compuesta por 64 células, pasa al estado de blastocisto o blástula.

El blastocisto es una masa celular (embrioblasto) cubierta por una capa externa (trofoblasto), constituida, además, por una cavidad llena de líquido (blastocele). Es considerada la fase previa al desarrollo del embrión, ya que será quien se implante definitivamente en las paredes uterinas.

Aproximadamente, nueve días después de la fecundación, el blastocisto se fija de manera definitiva, aprovechando la relajación del endometrio y la secreción de algunas enzimas del trofoblasto, que facilitan su implantación. El trofoblasto servirá como base para el crecimiento de una importante estructura de intercambio (la placenta), mientras que las células que constituyen el embrioblasto se convertirán en el embrión.

Diferenciación y formación

Una vez implantado el blastocisto en la pared uterina comienza otra importante etapa. Pero al contrario de las anteriores, este período será determinante en la formación y localización de las estructuras que conformarán la anatomía del nuevo individuo. Las células específicas de cada sistema corporal comienzan a diferenciarse y toman ubicación. Por ejemplo, aquellas que constituirán el esqueleto se dirigen hacia afuera, mientras que las células que formarán los órganos internos se posicionan en el interior.

Diez días después de la fecundación, el aspecto del embrión aún es el de una masa celular similar a una esfera, pero ya cuenta con una importante capa protectora: el corion.

Hasta el día 15, se desarrollan tres importantes capas germinativas, las que serán determinantes para el crecimiento de los tejidos, órganos y estructuras que formarán al nuevo individuo. Estas son el mesodermo, el endodermo y el ectodermo.

El endodermo (también llamado entodermo) es la más interna de las tres capas del embrión, ubicada en su vientre. A partir de ella se generan estructuras tan importantes como el tracto digestivo (desde la faringe hasta el recto), los órganos respiratorios y algunas glándulas, como el hígado, páncreas y la glándula tiroides.

La capa media recibe el nombre de mesodermo. Gracias a él se constituye la dermis, el tejido conjuntivo, los sistemas vascular y urogenital y los músculos esqueléticos y liso.

Finalmente, el ectodermo es la más externa delas tres láminas y se desarrolla en la parte dorsal (la espalda) del embrión originando el sistema nervioso, la epidermis, así como también el pelo y el cristalino del ojo.

A partir de la tercera semana gestacional se desarrolla uno de los sistemas más importantes de adaptación y supervivencia, cuando el embrión alcanza 1,5 centímetros de longitud. Es el sistema nervioso, que logra desarrollarse a partir de los neuroblastos del tubo neural.

Los neuroblastos son células nerviosas primitivas que contienen información determinante para el desarrollo del cerebro y el resto del sistema nervioso; ellos se encuentran en el tubo neural que derivó del ectoderma. Desde su parte superior se forma el encéfalo y los nervios craneales, mientras en la porción inferior se forma la médula espinal.

Crecimiento microscópico

Durante los primeros meses de vida, claramente el embrión no posee un aspecto humano. De ser una pequeña esfera celular, durante la primera quincena de gestación, evoluciona hasta adquirir, al final del primer mes, una forma similar a la de una larva. En ella es posible percibir un esbozo de cabeza, una pequeña cola curvada (que desaparecerá con el tiempo) y, en su porción media, un incipiente corazón, que desde el día 22 funciona como una bomba propulsora. En la parte externa del embrión se ubica su porción más dura, un pequeño atisbo de lo que será su espina dorsal.

En el segundo mes, el embrión desarrolla estructuras anatómicas a partir de las cuales crecerán orejas, ojos, riñones, brazos y sistemas digestivo y circulatorio; el cordón umbilical alcanza los 12 cm de longitud, constituyendo la única estructura por la que el embrión se comunica con la placenta. Al final de este mes, el embrión puede llegar a medir unos cuatro centímetros y pesar cerca de cuatro gramos. Si bien su tamaño es pequeño, poco a poco va adquiriendo forma humana. Incluso, ya cuenta con la mayoría de sus órganos en desarrollo, cada uno de ellos posicionados correctamente.

Sexo del óvulo fecundado

El sexo del futuro ser humano se decide en el momento de la concepción según sea el cromosoma sexual que lleve el espermatozoide, que puede ser X o Y, porque el óvulo siempre contiene un cromosoma X. Si el espermio lleva un Y, el bebé será hombre, y si el espermio va con cromosoma X, será una mujer.


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