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Las ciudades-estado fenicias consiguieron crear su propia estructura comercial, con la ayuda de su privilegiada posición geográfica.

Los pueblos estaban asentados junto al mar Mediterráneo. La primera mercancía que vendieron fueron los tejidos teñidos con púrpura. A partir de este comercio y de la creación de nuevas rutas comerciales marítimas, se formaron grandes fortunas que luego se invirtieron en naves mercantes y de guerra. Con ello se inició la expansión y la fundación de colonias y factorías que servirían de puente entre las civilizaciones de Oriente y los pueblos de Occidente. El comercio era de intercambio y se realizaba en forma de transacciones conocidas como «trueque mudo«, que era una manera original de negociar sin tener contacto directo con los compradores. Los mercaderes se acercaban a una costa, dejaban sus productos en la orilla de la playa y regresaban a sus naves. Luego, se ponían a esperar que los habitantes del lugar se aproximaran para observar las mercancías y colocaran junto a ella el valor (en especies) que les parecía justo. Cuando ya estaba hecha la oferta, los fenicios volvían nuevamente a la playa, y si el precio les parecía adecuado, lo tomaban y dejaban la mercadería. Pero si no les convenía el precio, regresaban a los barcos a esperar otra propuesta. Esto se debió, sobre todo, a que los pueblos con los que comerciaban no conocían la moneda.

Expansión colonizadora

El avance en la construcción de sus naves comerciales y el dominio de los astros para la navegación, facultaron a los fenicios a emprender un proceso de expansión por el Mediterráneo, que acabó en una verdadera talasocracia (hegemonía económica y política de un pueblo sobre los mares).

La isla de Chipre fue el primer lugar en el proceso colonizador. Este se inició con la conquista de las ciudades chipriotas de Idalion, Tamassos, Golgoi, Marion y Lapethos. Todas ellas fueron los principales centros de producción manufacturera de cerámicas, bronces, joyas, muebles, entre otras. Luego vino Rodas y casi todas las islas del mar Egeo. Sin embargo, cabe señalar que Chipre se convirtió en el núcleo del comercio marítimo del Mediterráneo oriental.

En el Mediterráneo central y occidental, la colonización fenicia se desarrolló por fases. Primero, las expediciones establecieron pequeñas factorías comerciales (Montie, Malta, etc.). Luego, producto de la invasión de los asirios a los principales pueblos fenicios, muchos de sus habitantes emigraron a alguna de estas factorias, promoviendo un fuerte crecimiento demográfico y con ello, la necesaria fundación de otras colonias.

Cartago, ubicada en una península del golfo de Túnez, se convirtió en la colonia fenicia más grande y poderosa. Esto se debió a que tenía una posición estratégica, era el paso obligado de las naves que venían de Gades y regresaban a Tiro. En Cerdeña, la concentración de población también fue importante. Los grandes centros portuarios, como Caralis, Tharros, Nora y Sulcis, fueron el núcleo de expansión fenicia en el Mediterráneo occidental.

Los principales objetivos de Gades, en la península Ibérica, estuvieron orientados a las riquezas que venían de su territorio más cercano (Tartessos) y a controlar, a través del estrecho de Gibraltar, el acceso a la ruta atlántica, donde los fenicios obtenían estaño, oro y marfil a través de la colonia de Lixos.

Decadencia del imperio

El esplendor económico fenicio se vio amenazado desde principios del siglo IX a.C., cuando los asirios, que necesitaban una salida al mar para fortalecer su posición política en el Cercano Oriente, comenzaron a introducirse en la región. El rey asirio Asurnasirpal extendió su influencia a Biblos, Sidón y Tiro, a las que les impuso fuertes tributos. Esta dominación obligó a las ciudades fenicias a firmar una alianza, pero Tiro y Sidón se opusieron.

En el siglo VI a.C., el rey Nabucodonosor II invadió Tiro. Esta ciudad resistió de manera heroica, pero después de 13 años fue sometida (572). A partir de entonces, Sidón pasó a ejercer la supremacía sobre las ciudades fenicias y colaboró con el Imperio persa en contra de los griegos, sus principales enemigos en el control del Mediterráneo. Los persas incluyeron a los fenicios en su quinta satrapía (provincia), junto a Palestina y Chipre. Sidón intentó, entonces, un acercamiento a los griegos, pero no prosperó. En el 332, la mayoría de las ciudades fenicias le abrieron sus puertas sin resistencia a los ejércitos de Alejandro Magno. Sin embargo, una vez más, Tiro presentó la resistencia más feroz y duradera, pero agotada de tantos años de lucha, la ciudad terminó siendo dominada por Alejandro. De esta forma, el pueblo fenicio perdió su independencia política, ya que fueron tomados por los griegos, aunque los rasgos de su cultura persistieron y solo desaparecieron definitivamente cuando Roma los incorporó a su nuevo territorio, en el 64 a.C.


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