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Los revolucionarios, liderados por los jacobinos Maximiliano de Robespierre, Georges-Jacques Danton y Jean Paul Marat, querían eliminar definitivamente al rey y, apoyados por los hebertistas, seguidores de Jacques-René Hébert, caudillo de las masas populares conocidas como sans-culottes (descamisados), asaltaron el palacio de las Tullerías. Luego se proclamó el gobierno popular en París, llamado la Comuna, y el 20 de septiembre se estableció la Convención Nacional.

La primera medida de la Convención fue abolir la monarquía e instaurar la república, pero esta nació con divisiones: los girondinos (o la derecha) representaban a la gran burguesía; los jacobinos o montañeses (la izquierda), se apoyaban en la pequeña burguesía y los sans-culottes; en el centro estaba el pantano o llanura, que era la mayoría.

Cuando se decapitó a Luis XVI y a su esposa, debido a su resistencia contra la revolución, la Convención se quebró más aún entre los que eran acusados de antirrevolucionarios y otros de regicidas (asesinos de reyes). Para proteger la revolución se creó el Comité de Salvación Pública y se suspendió la constitución de octubre de 1793, lo que significó el inicio del período conocido como del terror.

Se formaron tribunales populares y se persiguió y ejecutó a aristócratas, monárquicos y contrarrevolucionarios; pero también a muchos adeptos a la revolución, entre ellos girondinos e, incluso, integrantes de la Convención. En marzo de 1794, Robespierre mandó a la guillotina a los elementos más radicales de la Comuna de París, además de los jacobinos moderados, entre ellos a Dantón. Sin embargo, el propio Robespierre fue ejecutado, el 9 de termidor, según el calendario revolucionario (27 de julio de 1794). Esto permitió a la Convención proclamar la Constitución del año III, en la que se separaban los poderes legislativo y ejecutivo.


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