Me llamo Elisa. Estoy acá sola, sin nada que hacer, sin nada que ver, nada que escuchar… Qué puedo hacer si soy ciega, sorda y muda. ¡Nada! Soy una persona sin vida.
Estoy en mi casa esperando nada, cuando de repente siento una mano que toma la mía y me lleva, no se adonde…
Me pone mi mano sobre su pecho y después me hace sentir un vaso de agua de jugo, no lo sé… Podría llamarse Tomás por «tomas». Bueno, no pienso más y le dejo ese nombre.
Ya han pasado 2 años, y he seguido con ese tal Tomás. Un día, me lleva al Hospital por si las moscas. Otro día, al parque, otro a la playa… Con él puedo entender todo sin palabras.
Ahora sé que aunque no tengo ojos para ver, oídos para escuchar o boca para hablar, puedo amar.
Ya han pasado 3 meses o menos y soy feliz por la primera vez en mi vida. De repente llega Tomás y me toma la mano, y se pone a llorar (lo sentí por las lágrimas)… Parece que algo pasa… No sé por qué pero me dibuja sobre mi pecho una cruz…
Ya no puede describirme nada más, ya entendí que lo bueno no dura para mucho.
Ya han pasado dos días, y me siento mal física y psicológicamente, sabiendo que me voy a morir…
De repente cierro los ojos… Cuando los abro, ya no estoy donde estaba, me siento bien, puedo ver, puedo oír y puedo hablar. Parece que la única forma para que una ciega, sorda y muda puede vivir, es morir. Pero vivir tristemente porque ya no estoy con Tomás.
Termina la Guerra de Corea