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En 1895, el pionero colono de Última Esperanza Hermann Eberhard, salió a dar un paseo por su estancia ganadera, acompañado de otras tres personas. En su trayecto vieron la entrada de una gran caverna. Movidos por la curiosidad, ingresaron a ella, y se impresionaron con este monumento geológico, de cuya pétrea bóveda pendían numerosas estalactitas de sales calcáreas. Muy cerca de la entrada, advirtieron un elemento extraño enterrado en el suelo, que extrajeron con bastante dificultad. Se trataba de un trozo de piel, de caratcterísticas muy singulares, que no parecía corresponder a ninguno de los animales que habitaban la región.

Intrigado por su hallazgo, Eberhard lo mostró poco tiempo después al sabio sueco Otto Nordenskjold, que estaba acargo de una expedición científica que recorrió buena parte de la Magallania realizando una acuciosa investigación en áreas como geología, paleontología, zoología y botánica. Nordenskjold quedó impresionado por este vestigio, que intuyó perteneciente a un animal extinto, y realizó excavaciones en la cueva. De este modo, se extrajo un conjunto más completo de restos -vértebras, huesos-, que Nordenskjold difundió entre círculos científicos al regresar a Europa.

Toda una fiebre se desató a raíz de la difusión de estos vestigios paleontológicos del animal que se denominó Mylodon darwini. Numerosos investigadores quisieron estudiar sus restos y varios arribaron al territorio de Última Esperanza para efectuar nuevas excavaciones. Se generó toda una discusión sobre las características del Milodón, la época en que vivió, las razones y el momento de su extinción y su eventual coexistencia con los primitivos habitantes de la región. Al lado del interés de los científicos, se generó todo un afán lucrativo, que ocasionó excavaciones clandestinas cuyo objeto era obtener nuevos restos para su venta.

La ciencia ha determinado que el Milodón vivió en estos territorios a partir de fines de la última glaciación pleistocénica, hace unos 14.000 años. Durante el período que media entre el año 12.000 y el 9.000 antes del presente, este animal convivió con los primeros grupos humanos que habitaron la región, que subsistían gracias a la caza. Hace unos 9.000 años, una serie de causas alteraron el ecosistema del territorio. El alza de la temperatura ambiental, el progresivo derretimiento de los glaciares, el alza del nivel del mar, períodos de sequía y una intensa actividad volcánica y sísmica, ocasionaron la disminución de la población humana y la extinción de fauna pleistocénica, incluido el Milodón.

Este animal era un mamífero herbívoro cuya altura podía llegar a los tres metros. Su tamaño y las largas y gruesas garras que poseía en sus cuatro patas, han de haberle dado un aspecto imponente. Parece haber sido, sin embargo, un animal tranquilo y pacífico, expuesto a la depredación por parte de sus enemigos naturales. Su característica más singular la constituye su piel, cubierta de pelos rojizos, que tenía incrustados huesecillos dérmicos que la convertían en una férrea coraza.

Producto del gran interés científico que generaron los primeros restos encontrados de esta especie, gran cantidad de vestigios fueron a parar a instituciones extranjeras, tras ser vendidos por aventureros que, a veces con la ayuda de los colonos, excavaron diferentes sitios. El Museo Mayorino Borgatello de Punta Arenas, entidad fundada por la Congregación Salesiana, ha iniciado una campaña para obtener la devolución de los restos que conserva el Museo Británico.

La llamada Cueva del Milodón es un punto de gran interés científico y turístico, que es visitado por una gran cantidad de personas. Administra el sitio la Corporación Nacional Forestal, que ha realizado un gran esfuerzo para evitar que el monumento siga sufriendo las alteraciones que experimentó en el pasado.


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