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Fecha de edición: 12/01/2009

En septiembre de 2007 la empresa de consultoría pública global McKinsey & Company publicó un informe acerca de los sistemas educativos de más alto desempeño en el mundo. Realizado sobre la base de los resultados del Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA) de la OCDE, su objetivo era comprender cómo estos sistemas lograban mejores resultados y las razones del éxito de algunas reformas educativas frente a muchas otras que no lo logran.

Michael Barber, asesor del ex Primer Ministro inglés Tony Blair en políticas públicas, es el coautor de este informe. Ex profesor del Instituto de Educación de la Universidad de Londres, lideró desde el Ministerio de Educación de su país las campañas que en cinco años lograron levantar los promedios nacionales de aprendizaje en Lenguaje y Matemáticas. El especialista fue invitado por la Facultad de Educación y el Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (CEPPE) de la Universidad Católica a exponer sobre las principales lecciones del informe McKinsey y la experiencia de reforma educacional de su país.

Los desafíos del siglo XXI, relacionados con el crecimiento económico, el crecimiento de la población en el planeta, los problemas medioambientales, la urbanización, y la capacidad creciente de las personas para comunicarse, requieren el desarrollo de  nuevos conocimientos y habilidades para enfrentarlos, señaló. A las tradicionales destrezas en lenguaje, ciencias, matemáticas, etc, debieran sumarse otras como pensamiento autónomo, capacidad para trabajar en grupos, creatividad, liderazgo y habilidad social. Estos cambios demandan sistemas educacionales completamente distintos y muchísimo mejores que los del siglo XX, sostuvo. «Tenemos que preparar los jóvenes en nuestras escuelas para esa realidad futura. No podemos predecir cuál va a ser esa realidad pero sabemos que alguna de estas cosas van a ir sucediendo», dijo.

Barber planteó que el informe McKinsey es una orientación para que las futuras reformas educativas implementadas en los distintos países sean más efectivas y puedan responder mejor a este desafío mundial. Las lecciones extraídas del análisis de las mejores experiencias se sintetizan en cuatro aspectos claves.

En primer lugar, los sistemas de excelencia reclutan como profesores a gente talentosa y les entregan una buena formación académica. Por ejemplo, en Singapur, los docentes provienen del primer tercio de los egresados y en Finlandia, del 10 por ciento superior. «Una parte crucial de cumplir con este desafío es asegurarnos de estar reclutando a muy buenas personas. Y esto significa que hay que pensar de un modo creativo cómo atraemos a los profesores y cómo los capacitamos», señaló.

La segunda lección es que los profesores en ejercicio de los buenos sistemas están preocupados de mejorar la calidad de su enseñanza constantemente y para ello planifican en conjunto sus clases, se observan mutuamente y perfeccionan sus prácticas. En tercer lugar, a los mejores sistemas realmente les importa que todos los niños tengan éxito. «Cuando a un niño no le está yendo bien, tratan de analizar porqué está ocurriendo esto y hacen algo al respecto. Tratan de resolver este problema, eliminar esa barrera», explicó Barber. Finalmente, la profesionalización del liderazgo escolar también es fundamental. Los buenos líderes ayudan al predominio en la escuela de una cultura, valores y una atmósfera apropiados para el aprendizaje.

Barber destacó además otros aspectos que no se enfatizan en el informe McKinsey pero cuya influencia es cada vez más evidente en las comparaciones a nivel internacional. Los mejores sistemas fijan estándares muy altos de rendimiento para sus alumnos y estos estándares están claramente establecidos para que todos los profesores los comprendan. Además, en el caso de aquellos colegios que no están cumpliendo con estas normas, los programas aplican algún tipo de intervención. «A veces uno puede mejorar un establecimiento cambiando el liderazgo, a veces se puede mejorar las oportunidades educativas de los alumnos cerrando el establecimiento y creando uno nuevo. Lo que no se puede permitir en el siglo XXI es que el sistema sepa que hay un establecimiento malo y simplemente tolerarlo porque eso es una traición a los alumnos», señaló el experto.

(UC)


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