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La mayor parte de las aguas provenientes de las precipitaciones, los manantiales y el derretimiento de las nieves y hielos, no se evapora ni se infiltra en el suelo, sino que corre por la superficie casi siempre hacia el mar.

Los ríos son los que llevan a los océanos este exceso de agua superficial, por lo que se les ha llamado líneas de drenaje natural (escurrimiento). Son definidos como corrientes de agua que corren de manera constante sobre terrenos con pendiente, manteniendo su cauce salvo en las grande crecidas.

El curso de un río se define por su lecho, es decir, el lugar de circulación de las aguas entre las orillas, y su caudal, que alude a la cantidad o nivel del agua que corre por el lecho. El caudal es mayor o menor dependiendo de la zona climática en que circula. Cuando la subida del agua es mayor a la habitual se habla de crecida. Por el contrario, cuando alcanza su menor nivel se produce un estiaje.

Debido a la fuerza de gravedad, los ríos corren desde las zonas más altas a las más bajas, por lo que el nacimiento de un río es el punto más alto de su curso, y la desembocadura, su punto más bajo, que puede corresponder al nivel del mar, al de otro río de mayor caudal o al de un lago.

Las variaciones que sufre el caudal de un río durante el año están determinadas por su régimen. Aquellos que se alimentan del derretimiento de la nieve acumulada en la cima de las montañas, alcanzando su mayor nivel durante la primavera y el verano, son de régimen nivoso. Los que aumentan su caudal durante la estación de las lluvias, que varía dependiendo de la zona climática de la que se trate, tienen un régimen pluvial. Además, hay ríos que se alimentan de diversas fuentes a lo largo del año, por lo que su caudal es mucho más estable: son los de régimen mixto.

En las zonas altas donde hay grandes pendientes o barrancos estrechos y profundos denominados quebradas, se producen cursos de agua intermitentes pero de gran intensidad y alta velocidad durante la época de las lluvias o deshielos, que reciben el nombre de torrentes.

Los ríos pequeños llevan sus aguas a los ríos mayores, de los cuales son afluentes o tributarios. Los ríos que reciben el aporte de otro u otros, a su vez también pueden ser afluente de un río más grande, y así sucesivamente, hasta que el agua de ríos pequeños y grandes logra llegar al mar. El conjunto de ríos que se enlazan permitiendo la llegada de su cauce al mar se denomina red fluvial o hidrológica, cuyo eje es el río mayor o principal.

El área desde la que escurre el agua que alimenta un río a lo largo de su curso constituye su cuenca u hoya hidrográfica, delimitada por las zonas más altas que la dividen de otras. Las cuencas de los grandes ríos abarca todas las cuencas de sus afluentes directos e indirectos. La mayor cuenca del mundo es la del río Amazonas, que mide siete millones de km2, casi lo mismo que toda Europa.

Si el agua de una cuenca desemboca en el mar, se habla de cuenca exorreica. En caso contrario, es decir, si no llega al mar por factores naturales (evaporación, infiltración o desagüe en lagos) o culturales (como su uso por una población), se denomina cuenca endorreica. Además, hay zonas donde no se forman cursos de agua, ya sea porque no hay o por la excesiva permeabilidad del suelo (infiltración): son las llamadas cuencas arreicas.

A lo largo de su historia, el hombre ha utilizado los ríos principalmente como vías de comunicación, gracias a la navegación; para irrigar los zonas de cultivo, para lo cual se han construido estanques o embalses para acumular el agua que será utilizada en época de sequía; y como fuente de energía: las cataratas naturales y las artificiales construidas por el hombre a partir de represas, alimentan con la fuerza de la caída del agua a generadores que producen energía eléctrica. La electricidad generada gracias a la fuerza del agua se denomina energía hidroeléctrica.

Cuencas lacustres

Cuando el agua en vez de infiltrarse en el suelo o correr a través de una pendiente se deposita en zonas en las que el relieve está deprimido, forma según su extensión y profundidad un lago o una laguna. Cuando solo se trata de una capa delgada de agua, invadida por una tupida vegetación acuática, se trata de un pantano.

Los lagos tienen un fondo plano y uniforme, pueden ser de agua dulce o salada (en el caso de los ubicados en las zona áridas) y pueden variar mucho en su extensión y profundidad. Su oleaje depende del viento. El nivel de sus aguas varía de acuerdo al clima en el que se ubiquen. Son alimentados por ríos y manantiales, y casi todos desaguan a través de ríos denominados emisarios, por lo que también forman parte de la red de drenaje de las cuencas donde se encuentran. Cuando los lagos tienen un río emisario, su agua se mantiene dulce; pero cuando no tienen desagüe, la evaporación acaba por convertir sus aguas en saladas, como ocurre con el Mar Muerto y otros lagos llamados erróneamente mares.

El origen de los lagos es diverso. Los lagos tectónicos, como el Titicaca, son los que se deben a fisuras en las que se formó una fosa y los que resultaron de la interrupción de un curso de agua por algún obstáculo (lava volcánica, deslizamiento de rocas o la acción del hombre). También hay lagos situados en el cráter de un volcán inactivo, como es el caso del Gran Lago Salado, en Estados Unidos. Por último, hay algunos que se han formado debido a la retención de aguas en morrenas (lagos de presa o pantano), como el de Ginebra en Suiza, la laguna de Metztitlán en México o el Llanquihue en Chile.

Algunas de las funciones de los lagos son: entregan agua limpia a sus ríos emisarios, ya que en el lago quedan depositados todos los sedimentos que traía el río que desembocó en ellos; cuando los ríos que llegan a los lagos aumentan su caudal, este regula sus crecidas, impidiendo inundaciones; cuando el lago es muy grande, modera el clima de la región debido a la evaporación de sus aguas; su agua dulce sirve para la irrigación de cultivos; en la mayoría de los casos son vías de comunicación de fácil uso; también pueden ser importantes zonas de pesca; los lagos ubicados en las zonas montañosas son generadores potenciales de energía hidroeléctrica; muchos son importantes zonas turísticas, como es el caso de los chilenos Villarrica y Llanquihue.

Los manantiales

Cuando el agua subterránea aflora a la superficie se produce un manantial. Aquellos que no siempre tienen agua, surgen de la zona de saturación intermitente; en cambio, los manantiales constantes emanan desde la zona de saturación permanente.

Los manantiales alimentan el caudal de los ríos con aguas muy puras.

Como las aguas subterráneas están impregnadas de sustancias minerales, poseen un sabor y olor característicos, por lo que son llamadas aguas minerales. Pueden ser alcalinas, sulfurosas, salinas, magnesianas, carbonatadas, dependiendo de los minerales que contienen.

En las regiones donde se han producido fallas o están cercanas a actividad volcánica, las aguas subterráneas emergen a altas temperaturas y más mineralizadas. Estos manantiales se conocen como aguas termales.

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