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Si hay un concepto inequívocamente ligado a la palabra jabón, es la llamada saponificación. En términos muy sencillos, podríamos definir la saponificación como el proceso que convierte «mágicamente» la grasa o el aceite, en jabón limpiador. Esta transformación mágica no es otra cosa que una reacción química muy común, y que consiste básicamente en:

ÁCIDOS GRASOS + SOLUCIÓN ALCALINA = JABÓN + GLICERINA

La saponificación es una reacción química entre lípido saponificable (o un ácido graso) y un alcalí, en la que se obtiene como principal producto la sal de dicho ácido y la base. Estos compuestos tienen la particularidad de ser bipolares, es decir tienen una parte polar y otra apolar, con lo cual pueden interactuar con diferentes sustancias. Por ejemplo, los jabones y detergentes se obtienen mediante saponificación.

Un lípido saponificable sería todo aquel que esté compuesto por un alcohol unido a uno o varios ácidos grasos (iguales o distintos). Esta unión se realiza mediante un enlace éster, muy difícil de hidrolizar. Pero puede romperse fácilmente si el lípido se encuentra en un medio básico. En este caso se produce la saponificación alcalina. En los casos en los que se utiliza un lípido saponificable se obtiene como subproducto glicerina, que puede dar mayor beneficio económico que el producto principal.


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