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El año 1808, el Imperio Español vivía en un creciente estado de agitación. A Chile llegaron las noticias de la invasión napoleónica a España, y el cautiverio de Fernando VII. Paralelamente, asumía Francisco Antonio García Carrasco Díaz como gobernador de Chile. García Carrasco era hombre de modales toscos y carácter autoritario, razones ambas que le enajenaron la simpatía de la aristocracia criolla. Ya en Chile habían antecedentes de agitación independentista (concretamente el pintoresco motín de los Tres Antonios), pero parece ser que García Carrasco magnificó el problema, tomando diversas medidas arbitrarias, incluyendo el arresto de connotados ciudadanos y su remisión a Lima. Además, estuvo involucrado en un bullado caso de contrabando. Por todo lo anterior, comenzó la presión para que éste renunciara, lo que por fin se consiguió en 1810.
El militar más antiguo de Chile en esa época era Mateo de Toro y Zambrano, por lo que éste tomó interinamente el mando. Pero la intranquilidad continuó, debido a la situación de turbulencias políticas y bélicas en Europa: tanto el rey (Carlos IV) como su hijo (el futuro Fernando VII) habían abdicado (forzadamente) en favor de Napoleon quien a su vez había instalado a su hermano como rey. Al mismo tiempo, el ideal independentista cobraba fuerzas, impulsado por ideas iluministas y liberales
Así pues, tres grandes corrientes se dibujaban: el conformismo que sugería que Chile era colonia de España y por lo tanto se debía obediencia a la autoridades españolas, cualquiera que estas fueran, (representada a nivel local por el virrey del Perú). Otra corriente, que puede ser llamada «conciliacionista» afirmaba que Chile debía lealtad directamente al rey, no a través de autoridades intermedias, dado que Carlos III mismo declaró (1798) que Chile era independiente del virreinato «como siempre debió entenderse» (con dos ramas: una «patriótica monárquica» que sugería ayuda o por lo menos espera a los resultados de la Guerra de la Independencia española y la otra, «liberal» que sugería que esta era una buena oportunidad para establecer un Nuevo Régimen que parece que en general se entendía como algún tipo de monarquía constitucional) y una corriente independentista (llamada en aquellos días «los exaltados») que afirmaba que la lealtad se había dado a un rey libre, pero ahora que esa persona se encontraba prisionera, el juramente no era valido y el pueblo se encontraba en libertad para decidir que hacer. Es necesario recordar además que independentismo no es o era equivalente de republicanismo. También es conveniente tener presente que mucha gente vacilaba entre esas posiciones o tenía visiones intermedias.
En esta situación no era obvio cuál era la mejor solución tanto a nivel práctico como legal. Después de muchas vacilaciones, Toro y Zambrano accedió a convocar un cabildo abierto para todos los jefes de cuerpos militares y religiosos, prelados y «vecinos nobles» de Santiago, para el día 18 de septiembre de 1810, conocido como el día de la Primera Junta Nacional de Gobierno de Chile.


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