Hace mucho tiempo, en un pueblo llamado Tisbell, había una hada llamada Rosaelia.
Ella era una hada diferente a las demás, ya que no tenía poderes y por eso, nadie se quería juntar con ella.
Un día, Rosaelia decidió ir a un lugar donde la quisieran. Preparó una maleta con sus pertenencias y empezó su viaje.
Caminó y caminó, y siguió caminando hasta llegar al pueblo vecino, que se llamaba Flower State. Trató de entrar, pero el guardia le preguntó cómo se llamaba, de dónde era, y cuál era el poder que tenía. Rosaelia respondió sus preguntas, pero el guardia le dijo: «Aquí no entran hadas sin poderes».
Rosaelia, triste, siguió su viaje. De nuevo, caminó y caminó, hasta llegar al siguiente pueblo llamado Malura. En ese pueblo tampoco la aceptaron.
Entonces, siguió su viaje hacia el río. Cuando iba cruzando el puente que se encontraba allí, escuchó unos gritos que pedían ayuda.
Rosaelia fue a ver quién era la que estaba pidiendo ayuda. Miró detrás de un tronco y vio a una hada que se estaba ahogando. Rápidamente arrancó el tallo de una flor y ayudó a salir del agua al hada, que se llamaba Rosella.
Ella tampoco tenía un poder. Se hicieron amigas y Rosaelia le contó que hacía allí.
Rosella le contó que había un pueblo llamado Fairytale, en el que habían muchas hadas que no tenían poderes, pero vivían todas en paz.
Rosaelia le preguntó si podía mudarse a ese pueblo y Rosella le respondió que sí.
Las dos mejores amigas vivieron juntas en ese pueblo, y fueron felices para siempre.
Por: Joanna Fajardo, 12 años.
Sorpresa de Yerbas Buenas