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A nivel mundial, cada vez los niños comienzan su pubertad a edades más tempranas: en Estados Unidos, la edad promedio de inicio de la pubertad masculina pasó de 11,6 años en 1970 a 9,7 años hacia el año 2000.

En el caso chileno, el inicio en el desarrollo reproductivo de los niños se ha adelantado desde cerca de los 12 años a los 11, mientras que en las niñas de 10 a 9 años. Esto no sólo implica que los cambios físicos,  el estirón y las espinillas llegan antes, sino que surgen una serie de problemas de conducta debido a que su cerebro no lograría ir a la par con estos cambios y, por lo tanto, no sabe cómo enfrentarlos.

Así lo afirma una investigación realizada por académicos de la Universidad de Pennsylvania en Estados Unidos y publicada en la revista Psychoneuroendocrinology, que analizó la conducta e indicadores biológicos de 135 niños entre ocho y 13 años.

Los investigadores tomaron muestras de saliva de los participantes para medir una hormona llamada alfa amilasa, cuya presencia en niveles bajos ha sido asociada a un mayor nivel de conductas agresivas. Así, encontraron que aquellos que experimentaron una maduración temprana tenían menor nivel de esta hormona y exhibían un comportamiento más antisocial y quebrantamiento de reglas que aquellos que maduraron sexualmente de manera más tardía (después de los 12 años).

Elizabeth Susman, investigadora a cargo del estudio, explica a La Tercera que los niños que están experimentando una pubertad más temprana producen grandes cantidades de testosterona, la cuál, en estos casos actúa juega un rol fundamental en la producción del estrés. A eso se suma que el desarrollo físico no se da a la par con la maduración del cerebro, por lo que al niño le cuesta más controlar las conductas que surgen de los cambios que trae su maduración.

Elías Arab, psiquiatra de la Sociedad de Psiquiatría y Neurología para la Infancia y Adolescencia (Sopnia) dice que cuando se produce una descoordinación entre el desarrollo físico y emocional ocurran problemas de conducta. Según el especialista, «el desarrollo cerebral es un proceso bastante complejo, donde debemos adquirir habilidades previas para avanzar hacia las siguientes etapas. Si el cambio es brusco y no están todos los elementos desarrollados, se puede producir mayor conflicto».

Juan Pablo Westhpal, sicólogo infanto-juvenil de la Clínica Santa María dice que si hace 15 años llegaban a su consulta pacientes de octavo básico por esta razón, hoy atiende por el mismo motivo a niños de sexto. «El problema que ocurre es que si bien se producen cambios biológicos no necesariamente se generan  cambios sicológicos a la par. Son púberes con cuerpo de adolescente y psicología y sentimientos de niños», indica el experto, quien agrega que esto puede detonar una mayor agresividad.


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