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Una salida al cine o un paseo. Esas son las alternativas que manejan los apoderados del primero básico A del colegio Reina de Suecia, de Maipú, para gastarse los $ 155 mil que ganaron el año pasado sus hijos por aumentar su asistencia a clases.

A mediados de 2009, la municipalidad de Maipú les ofreció, a los alumnos de sus 24 colegios, incentivos en dinero por subir su asistencia. La medida buscaba que los escolares no faltaran a clases y que mejoraran su desempeño; y llevar más recursos a las arcas municipales. Esto, ya que la subvención se paga por los alumnos que asisten a clases. Desde 2007, las ausencias de los escolares iban al alza.

Si un curso aumentaba su asistencia por sobre el promedio del colegio, recibiría entre cien mil y 350 mil pesos, dependiendo del número de alumnos del establecimiento.

En total, 72 cursos, de 18 escuelas, se repartieron más de $ 5 millones. La tasa de asistencia pasó de 85,4% en 2008 a 87,2% en 2009. Este año el premio se dará al final de cada semestre y se está pensando cómo retribuir a los profesores y apoderados.

Mientras en EE.UU. la política de dar incentivos en dinero a los alumnos se expande, Chile también se contagia, aunque de otras maneras. Estrellas, diplomas, paseos y cartas sirven para recompensar las buenas actitudes y los logros en vez de castigar las malas conductas. Son múltiples los establecimientos que han decidido cambiar los premios por los castigos o la zanahoria por el garrote.

«Teníamos un reglamento de disciplina con una cantidad de faltas y la sanción era los días sábados ir al colegio. Hace tres años, el reglamento se cambió por uno que coloca el acento en el refuerzo positivo. No hay castigos, sino consecuencias», dice Bernardita Aninat, coordinadora de orientación del SSCC Monjas Inglesas.

Ahora, las más pequeñas (hasta cuarto año básico), reciben un corazón por cada actitud que sea acorde con el espíritu del colegio, con los que se va armando una figura que representa a la «alumna del sagrado corazón». También cada una recibe una de las letras de la palabra autocontrol, a medida que va dominando rutinas como esperar en su puesto a la profesora. Además, cada tres semanas cada curso se autoevalúa en el cumplimiento de las metas que se propuso y se asigna una estrella.

En el colegio Los Bosquinos, de Maipú, se premia cada semestre a los alumnos que destacaron en lo deportivo y académico y a quienes representan mejor los valores del colegio. Similar política tienen en el Instituto O’Higgins, de Rancagua, donde, además, cuelgan las fotos de los destacados en el hall del colegio. Mientras que en el Santiago College, de Providencia, se dan estrellas a quienes lograron metas que ellos se impusieron y, al final de mes, se envía una carta de reconocimiento a los padres.

Los límites

Tradicionalmente, el sistema escolar se ha caracterizado por regir su disciplina sólo en base a sanciones, lo que, según estudios, tiene efectos contraproducentes. «El castigo enseña a buscar maneras de hacer lo mismo,  evitando la sanción», dice el sicólogo de la U. Mayor, Claudio Boza. Tampoco se fomenta el autocontrol ni la responsabilidad por los actos.

Sin embargo, abusar de los estímulos tiene efectos negativos, sobre todo cuando se los usa frecuentemente. Un riesgo en el que se suele caer, porque siempre el refuerzo debe ser intenso para generar una actitud.

«A un niño al que se le promete algo por aprender o actuar bien, se le dan las razones para dejar de hacerlo o hacerlo mal, cuando no exista la recompensa», concluye el norteamericano Alfie Kohn. Es decir, se enseña a los niños a comportarse de acuerdo a la recompensa y no a reconocer el valor de la persistencia.

Los premios en la balanza

Pro
– En comparación con los castigos, donde la sanción y la conducta se ven como algo externos, los premios permiten construir un sentido interno.
– El reconocimiento social permite que los escolares se sientan orgullosos de sí mismos y de sus logros.
– Cuando se trata de instalar una conducta es recomendable un refuerzo persistente, sin abusar.
– Cuando la conducta ya está implantada, lo ideal es que los premios sean esporádicos y graduales.

Contra
– Se puede perder el objetivo de la conducta en sí misma. En este caso, por aprender o portarse bien.
– Se puede estimular una conducta indeseable. Por ejemplo, copiar para lograr una buena nota.
– El premio también puede estigmatizar. Por ejemplo, el del esfuerzo trae implícito que el alumno no es capaz de lograr algo, pero se esfuerza.
– Siempre debe ir de acuerdo a las competencias de un alumno. Por ejemplo, a un niño hiperactivo no se le puede estimular para que esté sentado.


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