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Nació en Santiago el 17 de mayo de 1846, en el seno de una familia acomodada. Realizó sus estudios en el Instituto Nacional, revelando desde temprano su interés por las artes, en particular por la pintura y la poesía. A los 16 años se inscribió en la Academia de Pintura dirigida por Alejandro Cicarelli. Asimimo, estudió Leyes, y con disciplina y dedicación se dedicó en forma paralela a sus estudios de pintura.

Tras recibirse de abogado (1869) en la Universidad de Chile, se dedicó por completo a esta y también a la poesía. En la Gran Muestra de Artes e Industrias de 1872, expuso junto a los consagrados y a los jóvenes pintores de su generación. En 1873 viajó a Francia para ampliar sus conocimientos, en compañía de su esposa Elena Orrego Luco, y de su cuñado y amigo, el pintor Alberto Orrego Luco.

En París trabó contacto con los representantes del llamado arte académico. Al período de su larga estadía de más de una década en la ciudad luz corresponden sus grandes lienzos de perfeccionada técnica y clara orientación temática. En algunas de sus primeras obras realizadas en Europa, Lira se volcó a lo histórico o mitológico, con poco sello personal.

Maestro y organizador

De regreso en 1884, Lira se vinculó a un conjunto de artistas que intentaban abrir mayores espacios para las bellas artes en nuestro país. Junto a Luis Dávila y Manuel Rengifo, creó la primera exposición exclusivamente nacional y fundó la Unión Artística, organismo destinado a conseguir la construcción de un palacio para los Salones Permanentes de Pintura en la Quinta Normal de Agricultura.

Además, fue designado miembro de la Comisión de Bellas Artes. A ello se sumó su nombramiento en 1892 como director de la Escuela de Bellas Artes, cargo que desempeñó hasta 1907 y desde el cual influenció a toda una generación de nóveles pintores.

Artista incansable y crítico

Lira evolucionó en su pintura hacia un realismo dotado de mayor naturalidad y de un toque de romántico refinamiento. Aunque siguió realizando cuadros de grandes formatos como La Fundación de Santiago (1889), se observa ya una composición más suelta y equilibrada. Además de dedicarse a temas costumbristas, bodegones y paisajes, destacan sus retratos, hitos insuperados en la pintura chilena, como El Retrato de Pablo Burchard y La mujer del Manto.

Fue un trabajador infatigable: sus obras son más de 500, aunque algunos sugieren que fueron cerca de 800. Además, como crítico, publicó en 1902 su Diccionario Biográfico de Pintores, pero más que este se destaca al Lira crítico de arte en sus columnas publicadas en diarios y revistas.

El maestro Pedro Lira falleció el 20 de abril de 1912.


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