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El polémico vigésimo primer obispo de Santiago, nació en la misma ciudad el 30 de diciembre de 1752, y murió en Madrid el 5 de abril de 1832.

Hijo de Manuel Rodríguez Zorrilla y María del Carmen Idoate y Pozo, estudió en el Real Convictorio de San Francisco Javier y luego en la Universidad de San Felipe, donde obtuvo los grados de Bachiller (1771) y Doctor en Teología (1775). Durante su estadía en Lima, estudió Leyes en la Universidad Mayor de San Marcos.

Ordenado sacerdote en 1775, asumió el gobierno eclesiástico de la diócesis de Santiago en 1816. Compartió el tiempo entre sus actividades sacerdotales y las labores docentes, siendo rector de la Universidad de San Felipe (1788, 1789 y 1803). Además, fue canónigo de la Catedral (1787), Párroco de Renca (1792-1796), y Secretario de los obispos Alday, Sobrino y Marán.

A la muerte de este último fue nombrado Vicario Capitular, cargo que volvió a ocupar tras el fallecimiento del obispo electo Martínez de Aldunate en 1811. Obispo de Santiago durante 17 años, solo cuatro fueron de gobierno efectivo, pues cuando no estaba confinado en algún punto de Chile, se hallaba expulsado de él.

Problemas con los revolucionarios

Ese año, el Consejo de Regencia lo propuso al Papa para ocupar la vacante producida. Pío VII accedió en 1815 y asumió al año siguiente. De una clara posición realista, Rodríguez Zorrilla enfrentó varios problemas con las autoridades revolucionarias del país. En 1812, se negó a jurar obediencia al Reglamento Constitucional Provisorio y en respuesta se le declaró reo de traición al Estado y se le relegó a Colina.

Tras la Batalla de Rancagua se encargó de los juicios que por infidencia se siguieron en contra de varios sacerdotes, atribuyéndosele activa participación en el cierre del Instituto Nacional. Siguió manifestando abiertamente su postura realista en el gobierno de O’Higgins, quien lo deportó a Mendoza en 1817.

Regreso, confinación y nuevo exilio

En 1822, Rodríguez pudo regresar al país, a condición de que delegase sus funciones administrativas en un sacerdote que mereciera la plena confianza del gobierno. Mientras tanto, Rodríguez residía en Melipilla.

Ese mismo año fue repuesto en su cargo, el que ejerció hasta 1825 cuando otra vez fue expulsado del país. Esta vez, el motivo estuvo directamente relacionado con la visita del delegado apostólico Juan Muzi. El Obispo fue embarcado hacia México, desde donde partió a España. Murió en Madrid en 1832. Sus restos fueron repatriados y sepultados en la Catedral de Santiago en diciembre de 1852.


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