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Cierto día, una niña llamada Consuelo estaba juntando dinero para comprase un canario. Ella siempre ha querido tener un canario, las aves eran sus animales preferidos. Consuelo empezó a trabajar para juntar una suma de dinero y poder ir a la tienda de mascotas y comprarse su canario anhelado.

Llegó el día, llegó el día en que Consuelo juntó el dinero suficiente para comprarse su canario. Ella con su madre fueron a la tienda de mascotas y se compraron un ave, muy linda, de color amarillo vivaz, muy linda que a Consuelo le agradó mucho. Su madre colaboró con la jaula y los alimentos del ave.

Llegando a casa, Consuelo preparó todo para el ave. Consuelo quiso llamar al ave con el nombre de Upy, porque le recordaba una muñeca muy querida de ella. 

Consuelo estaba muy feliz, muy feliz de tener el canario que tanto anhelaba desde hace años, pero el ave tenía una mirada muy rara, en realidad, este canario era muy, pero muy travieso.

Un día, consuelo despegó su vista de Upy y fue a buscar alimento para ella, el ave, siendo muy travieso, se escapó de la jaula sin dejar rastro. Cuando llegó Consuelo con el alimento, el ave ya no estaba. Pobre de Consuelo, que con mucho esfuerzo la compró. Ella se lamentaba mucho porque quería demasiado a esa ave. Sólo le duró una semana.

El canario se había escapado por la ventana muy rápido, porque no le gustaba estar enjaulado.

Upy era muy pilla, hacía muchas bromas a muchos de gatos y los hacía tontos y a otras aves, Upy les hacía bromas pesadas como por ejemplo, les pegaba en el ala a las aves mientras volaban y caían hasta llegar al suelo. A los gatos y aves no les gustaba mucho eso de Upy, pero Upy creía que todo esto era risa, risa y carcajadas. 

Upy iba volando por el cielo, muy campante cuando de repente ve que una pareja de novios estaban arrojando migas de pan a la plaza y a Upy le dio hambre y bajó a comérselas. En la plaza estaba un gato negro, feo y gordo que por lo demás, era muy agresivo. Este gato tenía mucha hambre y vio al pequeño canario Upy como su almuerzo. Upy lo vio y se largó a reír con carcajadas muy fuertes porque creía que era como todos los gatos, torpes e inofensivos y Upy estaba pensado en hacerle una broma a aquel gato negro. 

Pero el gato negro era mucho más astuto y travieso que Upy. Fue corriendo velozmente hacia donde Upy. El canario ya se estaba empezando a asustar y entró en la desesperación. El gato llegó donde estaba Upy, y… en un instante ya se lo habia devorado. 

Pobre de Upy, pobre de Consuelo. Consuelo creía que Upy estaba perdida por los alrededores de la casa, pero es mejor que no sepa que un gato gordo se lo devoró, porque si lo sabe, se podría muy triste al saber que su amado canario que con mucho esfuerzó lo compró, estaba muerto.


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