Había una vez un pueblo en donde había dos monedas: la moneda grande y la chica, pero la grande era de menor valor que la chica.
En ese pueblo había una cantina, y todos los días entraba un tontito del que los hombres que estaban en la barra se burlaban. Le ofrecían las dos monedas, y le decían:
-Tontito, tontito, ¿Quieres la moneda chica o la grande?-.
Y él siempre respondía:
-¡La grande!-.
Y todos los hombres de la cantina se empezaban a reír, pues el tontito elegía la más grande y no la de mayor valor. Y así ocurría todos los días. Un día, llegó un forastero a la cantina, y vio como los hombres se aprovechaban del hombre tontito. Se molestó, y fue donde el tontito. Le dijo:
– Oye, ¿No te das cuenta que te toman el pelo?¡La moneda más grande es la menos valiosa!-.
Entonces el tontito esbozó una sonrisa, y le contestó al forastero:
-Sí, la de mayor valor es la chica, pero ese hombre sólo me ofrece las monedas porque piensa que soy tonto y que voy a elegir la grande. Cuando me equivoco se divierte, y si yo eligiera la de mayor valor se le acabaría la diversión y dejaría de ofrecerme las monedas. ¡Mejor seguir así y ganar una pequeña moneda al día, en vez de no ganar nada!-.
El forastero, después de unos minutos, comprendió, sonrió, pidió su bebida y se fue. Les contó a sus hijos, a sus nietos y a toda su familia sobre el tontito más sabio de todo el mundo, y hasta hoy se sigue escuchando la historia en cualquier cantina que se respete.
Muere Albert Einstein