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Era una vez, un casa, grande muy grande, en la que vivían dos adolescentes con su madre. Su padre había muerto en la guerra.

Eran mellizas. Tenían 17 años e iban en 4º medio. Una de ellas se llamaba Sol, era alta, de pelo castaño ondulado y ojos azules, era muy extrovertida y buscaba cualquier excusa para salir y divertirse. La otra se llamaba Luna, también era alta, con pelo negro liso y ojos negros, al revés de su hermana era reservada, y escribía sus propios cuentos que era su manera de expresar lo que sentía pero no se los mostraba a nadie.

Pero lo que estas hermanas no sabían era que ellas tenían una especie de «poderes» que su fuente de energía era el Amor. Su madre, Estrella, lo estaba reservando para el momento en que estén listas.

La historia comienza una mañana que parecía ser como todas las otras. Se levantaron a las 7:00 AM para luego ir al colegio. Cuándo llegaron conversaron un poco con sus compañeros y luego sonó la campana. Entraron a la clase de química, como siempre… un experimento, ya estaban todos aburridos de ello. Sol estaba en el suyo cuando de repente cayó un rayo de
sol en su experimento y explotó.

Todos miraron a Sol sobresaltados.

– No se preocupen chicos -dijo el profesor- eso siempre pasa.

Todos gritaron de terror al ver detrás de Sol un humo negro como el hollín que se empezaba a expandir más y más. Salieron corriendo todos, incluso el profesor, y quedaron en la sala solo Luna y Sol.

– Hola pequeñas -dijo el humo, con una voz que hacía que se te congelara la sangre-, hace mucho tiempo que deseaba verlas.

Las hermanas se abrazaron como nunca lo habían hecho, pensando que ese era el fin de sus vidas. Se dijeron mutuamente «te amo» mientras que el humo se extendía sobre sus cabezas.

Entró su madre que había llegado al colegio porque había presentido que algo malo les iba a pasar a sus hijas.

El humo dio un grito de terror y desapareció haciendo brillar un gran resplandor en la sala de clases; ya se había encontrado antes con Estrella y había salido perdedor.

Las tres se dieron un abrazo y un beso y se fueron a su casa.

– Con lo que se acaban de encontrar es El Odio -explicó su madre al llegar-.

Les contó la historia de su encuentro con él y sobre los poderes que ellas poseían.

– Nos puedes enseñar como se usan nuestros poderes -dijo Luna-.

– Lo lamento hija pero eso lo tienen que descubrir ustedes.

Durante un mes no tuvieron otro encuentro con El Odio, y durante ese periodo lo pasaron sensacional aprendiendo a usar sus poderes.

Ya en Septiembre, Sol como siempre, viendo una película con su mejor amiga en el cine y Luna con su mejor amiga en un parque junto al río conversando.

– Te has fijado que… -dice riendo la mejor amiga de Luna- … ¡¡¡el agua está negra!!!

– ¡El Odio!

– ¿El qué?

– Historia larga, después te la cuento… ¡ahora hay que ir a buscar a Sol! -dijo Luna tomando de la mano a Isabel y empezando a correr hacia el cine-. Llegaron a la sala y buscaron a Sol y a Agustina.

– Suéltame Luna, estoy viendo la película -dijo Sol enojada-.

– ¡El Odio se esta expandiendo en el parque!

– Hazlo tu sola, yo estoy viendo la película…

– Shhhh! -dijo una persona que intentaba escuchar la película-.

– No puedo sola -dice más bajo Luna- te necesito a ti, es una de las reglas…

– OK… pero nos debes el dinero de la entrada.

– Bueno… ahora… ¡corran!

Al llegar a la plaza, estaba todo el cielo negro, la gente corría hacia sus casas y cerraban las puertas y ventanas con seguro.

Lo único que tenían que hacer era abrazarse fuerte y pensar en todas las personas que amaban de verdad. Suena muy fácil pero por el miedo y además porque era el segundo encuentro les costó mucho.

– ¡Concéntrate Sol!

– ¡No puedo! -dijo Sol- ¡estoy muy asustada!

Después de dos horas despertaron tiradas en el suelo con las caras de Isabel, Agustina y Estrella encima: El Odio las había derrotado.

– ¡Odio esto mamá! -dijo Luna al levantarse-. ¡Por qué nosotras tenemos que ser las que luchan con eso!, ¡Por qué tenemos los malditos poderes!

Luna nunca había sido tan pesada ni dicho esas palabras, obviamente El Odio había producido su efecto en ellas.

– Si mamá, yo por lo menos, ¡¡me retiro!! -dijo Sol-.

– Yo igual.

Y se fueron corriendo.

Al día siguiente se les había pasado el odio y le pidieron perdón a su mamá.

Una semana después, estaban caminando las dos hermanas cerca de su casa y de la nada apareció El Odio, pero ahora con más fuerza que antes por que les había quitado un poco de Amor (que era de lo que se alimentaba).

– ¡Sol: ahora si estamos preparadas! -dijo Luna cerrando los ojos-.

– ¡Si! ¡Te amo! -dijo abrazando a su hermana-.

– ¡Yo también!

– ¡Y amo a mamá!

– ¡A papá!

– ¡A Agustina!

– ¡A Isabel!

Y así estuvieron largo rato diciendo a personas que querían mucho…

Abrieron los ojos y se encontraron con el día más soleado que habían visto en sus vidas.

Llegó corriendo su mamá:

– ¡Las felicito hijas! -dijo abrazándolas- yo sabía que podían… además lo han derrotado… ¡para siempre!


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