Existen muchos coleccionistas de mariposas en el mundo, pero muy pocos dedicados a coleccionar polillas o mariposas nocturnas. Ramiro es uno de ellos.
Jubilado hace mucho tiempo y amante de la soledad, una noche de verano estaba en su jardín, cuando observó cómo gran cantidad de mariposas volaban alrededor del farol, atraídas por la luz. Se acercó a mirarlas, cazó algunas y las llevó a su cuarto para poder verlas de cerca.
Encerradas en un gran frasco tapado con una malla de alambre, las mariposas murieron pocas horas después y Ramiro las ubicó gran cuidado entre dos placas de vidrios. Estaba fascinado por la variedad increíble de los insectos y por el maravilloso diseño de sus alas. Desde entonces se dedicó a estudiarles con pasión, leyendo todo lo que caía en sus manos y llegó a diferenciar cada especie, anotando sus características. En el jardín montó una trampa de luces destinada a atraer las mariposas de la noche y preparó un taller en el garaje de la casa para guardar las colecciones.
También empezó a fotografiarlas y a ampliar a tamaño grande las fotos de sus amadas mariposas.
Cada día estaba más ocupado en su oficio y la empleada que hacía la limpieza una vez por semana comenzó a notar con preocupación grandes cambios en sus costumbres. Con la cara tensa y pálida, ya casi no se movía de la casa, rechazaba la luz del día, apenas se alimentaba y su carácter se volvió más áspero.
La colección aumento durante los meses siguientes. Había mariposas en toda la casa, fotos de mariposas en las paredes y restos de mariposas: alas, patas, antenas, en cada rincón.
Un día la empleada tocó el timbre y nadie le respondió. Le pareció extraño pero pensó que Ramiro había salido sin avisarle y trató de comunicarse por teléfono, pero sólo el contestador automático recibió sus llamadas.
Regresó a la semana siguiente y como tampoco obtuvo respuesta, decidió dar aviso a un sobrino de Ramiro, el único familiar que tenía.
Llegaron juntos a la casa que tenía las persianas bajas y las luces apagadas y como la puerta estaba cerrada, se dirigieron al garaje. Al entrar oyeron un raro murmullo y cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, pudieron ver una gigantesca mariposa con el rostro de Ramiro que movía suavemente sus alas…