Artículo Publicado por Libertad y Desarrollo (http://www.lyd.cl), en «Temas Públicos» Nº 762, del 17 de Marzo de 2006.
Los resultados de la prueba del Sistema de Medición de la Calidad de la Educación (SIMCE), rendida por los cuartos básicos el año 2005, otorgan evidencia de la realidad educacional que vive el país: el estancamiento de los conocimientos y aprendizajes, la poca efectividad de la inversión que se ha venido haciendo en esta área desde principios de los 90 y la falta de rendición de cuentas (accountability) por estos desempeños por parte de los encargados de las políticas en este campo.
Resultados Generales
La prueba SIMCE a los cuartos básicos contempla la medición de los aprendizajes en las áreas de lenguaje y comunicación, educación, matemáticas y comprensión del medio natural, social y cultural.
Si se considera la evaluación anterior a la del 2005 a este mismo nivel (año 2002), se aprecia que no existe una mejora significativa en las dos primeras áreas mencionadas, que aumentan en 4 y 1 punto respectivamente, lo que no se considera estadísticamente significativo. Sólo en Comprensión del Medio, donde el aumento es de 6 puntos, habría una mejora reconocida.
Lo mismo ocurre si se establece como punto de partida el desempeño de los estudiantes de este mismo nivel en el año 1999, donde tampoco hay avances en las dos principales áreas (Cuadro Nº1).
Cuadro N° 1
Evolución Resultados SIMCE 4º Básico por Subsector
Fuente: MINEDUC
Lo anterior tiene graves consecuencias para el desarrollo del país, ya que la preparación y competencias de nuestros futuros profesionales están quedando rezagada, lo que nos pone en una posición de desventaja frente a otros países (*1) que se va agudizando cada vez más.
Brechas
Respecto a las brechas educativas, es posible comparar los puntajes obtenidos por los establecimientos municipales y particulares subvencionados. El Gráfico Nº 1 da cuenta de estas diferencias, dejando en evidencia que existiría un aumento de éstas, tanto en el área de matemáticas como de comprensión del medio, manteniéndose constante la brecha en lenguaje.
Si se consideran los resultados por Grupo Socioeconómico, existe una disminución de las diferencias en los resultados obtenidos por el tercio de mayores y menores recursos. Esta es una nueva forma de presentar los resultados por parte del Ministerio de Educación, ya que en años anteriores los establecimientos se dividían en 5 grupos (Bajo, Medio Bajo, Medio, Medio Alto y Alto).
Si se consideran las antiguas categorías, la brecha entre el grupo más alto y el más bajo cae en dos sectores cuando comparamos con el año 2002 (lenguaje y matemática), pero con respecto al año 1999 se incrementa (salvo en lenguaje).
Lo anterior, es una buena noticia cuando va de la mano de un avance en el promedio del país, ya que si sólo estamos acortando las brechas a costa de una mejora de los resultados de los más vulnerables y un deterioro de los puntajes de los menos vulnerables, como ocurre en Chile, no existe un verdadero mejoramiento de la calidad de la educación. En este sentido, es deseable «crecer con igualdad», es decir, que el desempeño del total de los estudiantes mejore (en promedio) y que quienes más lo hagan, sean los más desaventajados. Por ello, es también inquietante que, el avance en comprensión del medio -el único sector que presenta incrementos- se deba, en gran medida, a los logros de los grupos de mayores ingresos.
Gráfico Nº 1
Evolución de la Brecha* entre Particulares Subvencionados y Municipales
Fuente: MINEDUC
*Diferencia entre el puntaje obtenido por los establecimientos particulares subvencionados y municipales.
Escuelas Críticas
El año 2000 se dieron a conocer los resultados de la prueba SIMCE rendida por los cuartos básicos en 1999, los que generaron que el Gobierno tomara nuevas medidas complementarias a la Reforma Educacional y otros programas que comenzaron en los 90. En particular, se decidió prestar Asistencia Técnica Externa a 66 escuelas de la Región Metropolitana llamadas «críticas», escogidas de entre las que tenían los desempeños más bajos. Para ello, se contrató a 7 consultoras externas que se hicieron cargo de dichas escuelas por cuatro años.
Considerando la evaluación del año 2005 respecto a la del 2002, se registra un aumento de 15, 13 y 17 puntos en lenguaje, matemática y comprensión del medio respectivamente. A primera vista, los datos indican que este apoyo tuvo un impacto positivo en el promedio de los aprendizajes de los niños que participaron. Sin embargo, para poder calcular el efecto real, es necesario saber qué hubiera pasado con estas escuelas si no hubiesen formado parte de este programa, así como también controlar por otros factores que puedan haber intervenido durante este tiempo.
Lo anterior ocurre porque cuando se toma a grupos extremos (que se desvían fuertemente del promedio), éstos tienden espontáneamente a regresar a la media (2) en una nueva medición (un ejemplo concreto es pensar en el alumno que obtiene la peor nota del curso quien, probablemente, en la próxima prueba obtendrá otros resultados). Ello implica que, tanto los que sobresalen por sus altos o bajos resultados, no mantienen esta posición siempre.
Cuadro Nº2
Porcentaje de Escuelas Según Resultados por Institución Encargada (*4)
Fuente: MINEDUC
Por otra parte, los profesores, directores, alumnos e incluso apoderados, saben que están siendo «observados», por lo que, también hay algo de presión por mejorar, que no se relaciona con la asistencia misma. En este caso, se necesita tener un grupo de control que esté sometido a la misma «presión».
Por ello, es necesario que el Ministerio de Educación, que cuenta con la capacidad técnica y la información para hacerlo, pueda calcular el efecto real de estas asesorías y, por tanto, cuantificar la efectividad de los recursos invertidos.
También es importante considerar que 31 de las 64 escuelas asistidas (2 cerraron), no lograron repuntar significativamente sus puntajes (*3), incluso algunas de ellas disminuyeron sus resultados – considerando que sus desempeños ya eran muy bajos antes de ingresar a este programa.
Lo anterior, es una señal de que no siempre las intervenciones surten igual efecto en diferentes contextos. En efecto, los diversos programas centralizados que han sido aplicados, generalmente, no han rendido los frutos esperados, justamente porque son soluciones estándares (como aumentar las horas de clases) que se aplican a realidades muy diferentes, en escuelas y liceos que enfrentan problemas muy dispares entre ellos.
En un sistema educativo como el chileno, concebido para que sean los padres quienes elijan dónde educar a sus hijos, la información cobra especial relevancia para la rendición de cuentas. Por ello preocupan iniciativas que van en contra de este derecho de los padres, como por ejemplo, la subvención diferenciada a los estudiantes de bajos recursos.
Esto también se puede apreciar respecto de los resultados de las diferentes asesorías recibidas por estas escuelas llamadas «críticas», en cuanto las instituciones a cargo tuvieron resultados muy diversos (Cuadro Nº 2), tanto entre ellas (algunas lograron mejorar los resultados de un porcentaje mayor de escuelas), como dentro de ellas (algunos establecimientos a cargo de la misma organización mejoraron y otros no).
En este sentido, se debe tener cuidado de no querer replicar este modelo en todas las escuelas. Por el contrario, ha quedado en evidencia que se puede avanzar y que se requiere de algún apoyo, pero es importante que sean los mismos establecimientos educacionales quienes decidan qué tipo de asesoría es la más adecuada para su realidad. Para ello es necesario tener la información sobre qué tipo de asistencia otorga cada institución y los resultados que ha obtenido cada una en el pasado. Lo anterior debe ir de la mano con la exigencia de resultados a las escuelas y organizaciones, siendo los padres los primeros fiscalizadores, de manera de ejercer presión para que se hagan las cosas bien.
Rendición de Cuentas
El año 2000, junto con tomarse las medidas anteriormente mencionadas, el Gobierno asumió el compromiso de reducir a la mitad el porcentaje de estudiantes que estaban obteniendo resultados calificados como deficientes o inferiores. En ese entonces, un 19%, 32% y 17% de los estudiantes caía en esta categoría en lenguaje, matemática y comprensión del medio respectivamente (Cuadro Nº 3). El año 2005, los números nos indican que no sólo no se cumplió dicho objetivo, sino que incluso empeoró en el caso de matemática, alcanzado un total de 35% de estudiantes en el nivel de logros más bajo.
Cuadro Nº 3
Porcentaje de Estudiantes en Cada Nivel de Logro
Fuente: MINEDUC
Lo anterior demuestra que una falencia importante en educación se relaciona con la carencia de metas y plazos, pero sobre todo con la rendición de cuentas por los resultados y el cumplimiento de los mismos. Es difícil exigir a los establecimientos educacionales, directores, profesores e incluso estudiantes que rindan cuentas de sus resultados, cuando ello no es promovido desde el propio Ministerio de Educación.
En este sentido, son pocos los programas que tienen metas definidas y plazos concretos o que si los tienen, éstos sean públicos, de manera que permitan a la opinión pública exigir cuentas por el cumplimiento de los mismos.
Por ello, transparentar y hacer más fácil el acceso a la información es clave. Ésta debe ser completa, entendible y oportuna para todos los interesados en conocerla, sobre todo en materia educativa, donde los efectos se ven en el mediano y largo plazo. En este sentido, debiera ser una política continua el informar a la comunidad y en particular, a todos los padres y apoderados de los establecimientos sobre el desempeño, tanto de sus hijos, como de la escuela o liceo y su posición relativa con respecto a los demás establecimientos.
Es necesario revisar todos los programas y medidas adoptadas, en términos de la efectividad y eficiencia. Debemos decidir como país, si estamos dispuestos a que la meta de una inversión que implicó más de 2.000 millones de dólares en 5 años, sea solamente mejorar la infraestructura de nuestros colegios sin efectos en los aprendizajes o si se prefiere destinar estos recursos a la medición y evaluación de nuestros profesores y alumnos, de manera de entregar datos a los padres y apoderados para que éstos puedan ejercer su derecho preferente a la educación de sus hijos de manera informada.
Así, los resultados de las escuelas críticas, por ejemplo, entregan una señal potente para los padres y apoderados de los estudiantes que asisten a éstas, siempre que tengan acceso a conocer estos resultados.
En un sistema educativo como el chileno, concebido para que sean los padres quienes elijan dónde educar a sus hijos, la información cobra especial relevancia para la rendición de cuentas. Por ello preocupan iniciativas que van en contra de este derecho de los padres, como por ejemplo, la subvención diferenciada a los estudiantes de bajos recursos. El proyecto de ley presentado restringe esta elección, entregando la responsabilidad al Estado y no a los padres y apoderados. Debemos confiar en que, si contamos con información completa, clara y oportuna y además, con una subvención más alta, los alumnos más vulnerables tendrán acceso a escuelas y liceos de mejor calidad, lo que, sin duda, generará un cambio en las oportunidades de estos estudiantes.
Eficiencia en el Gasto
Finalmente, los resultados del SIMCE engrosan la evidencia respecto de la urgencia de revisar la forma en que se utilizan los recursos en educación, los que se han cuadruplicado desde principios de los noventa hasta la fecha.
Debemos fomentar el rol fiscalizador de los apoderados en el uso de los recursos que ellos destinan a la educación de sus hijos en todos los niveles: a la misma escuela, exigiendo el cumplimiento del proyecto educativo, y al Ministerio de Educación, exhortándolo a cumplir sus promesas, lo que requiere de objetivos y plazos concretos en los programas y la información que permita verificarlo.
Es necesario revisar todos los programas y medidas adoptadas, en términos de su efectividad y eficiencia. Ello requiere un análisis profundo de los objetivos de los mismos. En este sentido es esencial que las metas sean claras. Debemos decidir como país, si estamos dispuestos a que la meta de una inversión que implicó más de 2.000 millones de dólares en 5 años, sea solamente mejorar la infraestructura de nuestros colegios sin efectos en los aprendizajes o si se prefiere destinar estos recursos a la medición y evaluación de nuestros profesores y alumnos, de manera de entregar datos a los padres y apoderados para que éstos puedan ejercer su derecho preferente a la educación de sus hijos de manera informada.
Asimismo, debemos fomentar el rol fiscalizador de los apoderados en el uso de los recursos que ellos destinan a la educación de sus hijos en todos los niveles: a la misma escuela, exigiendo el cumplimiento del proyecto educativo, y al Ministerio de Educación, exhortándolo a cumplir sus promesas, lo que requiere de objetivos y plazos concretos en los programas y la información que permita verificarlo.
Conclusiones
Desafortunadamente, la prueba SIMCE nos indicó, una vez más, que no ha habido avances significativos en los conocimientos y aprendizajes de nuestros estudiantes, a pesar de la enorme inversión en el desarrollo de programas en esta área.
Ello nos lleva a reflexionar sobre varios aspectos relacionados con la forma en que los recursos se han gastado, en particular, sobre la información con que contamos sobre los objetivos concretos y luego los resultados de los diferentes programas, de manera de poder ejercer una real fiscalización por el uso de los mismos. En este sentido es fundamental debatir cuáles son las metas que nos planteamos como país en el área educativa y en cuánto tiempo esperamos alcanzarlas·
(1) Los resultados de diversas pruebas internacionales como TIMSS y PISA, han dejado en evidencia los bajos logros educativos de los escolares en Chile.
(2) Este fenómeno es conocido como «Regresión Estadística» y es tratado expresamente en textos básicos de estadística.
(3) Se consideró como aumento significativo del promedio, cuando había una aumento en por lo menos 2 de las 3 áreas. Lo mismo en el caso de una baja.
(4) Ídem.