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LA TERCERA, Daniela Silva

No es extraño que en cada una de las aulas chilenas los profesores se encuentren con dos o tres niños que terminan rápido las tareas, son curiosos, indagan más allá de lo que plantea la materia y levantan continuamente su mano para responder a las preguntas del maestro.

Es que según estudios internacionales y estimaciones del Ministerio de Educación, uno de cada 10 niños que pertenecen al sistema escolar, es decir unos 350 mil estudiantes, cuentan con una competencia superior al promedio en una o más áreas, la que se da naturalmente, pero que requiere de un contexto adecuado para desplegarse.

Sin embargo, para el 99% de ellos no existen posibilidades de desarrollar sus habilidades y su talento termina perdiéndose en la educación formal. “El currículo está hecho para el 90% de los alumnos y el grupo más talentoso es prácticamente ignorado”, dice Maryorie Benavides, académica experta en talento matemático.

Se trata de niños que aprenden rápidamente, tienen una gran motivación por conocer más y con mayor profundidad, son imaginativos, tienen energía, agudeza intelectual y una  sensibilidad mayor a la de sus pares (ver recuadro). Pero también son estudiantes que  evidencian un riesgo mayor de caer en la desmotivación y en el alejamiento del sistema escolar: “La concepción educativa en el país tiende a educar a todos los niños en torno al promedio. Con el tiempo estos chicos se acostumbran, bajan su rendimiento, se van de los colegios y se dedican incluso a delinquir”, cuenta Violeta Arancibia, directora del Centro de Estudios y Desarrollo de Talentos PentaUC.

Esta realidad se agudiza en las escuelas municipales y subvencionadas, donde el gran número de alumnos por curso no permite que los profesores puedan dedicar esfuerzos especiales para el aprovechamiento de los talentos. “Todos los estudios nos indican que el talento está socialmente distribuido, pero podemos estar perdiendo a muchos niños porque no han tenido las condiciones y el contexto para desarrollarlo”, reconoce Pedro Montt, jefe
de la Unidad de Currículo del Ministerio de Educación.

El 1% favorecido

Hasta el año 2006 el gobierno no contaba con ninguna política pública que permitiera desarrollar el potencial de los niños con talento académico. La lucha por no perder a estos “cerebros” comenzó en el mundo de la Educación Superior y en la Fundación Chile hace cinco años, durante los cuales se ha consolidado el éxito del programa PentaUC y que alcanzó su mayor logro en la PSU 2006, cuando sus estudiantes -todos provenientes de establecimientos municipales o subvencionados de escasos recursos- consiguieron un promedio de 625 puntos, superior al promedio nacional de los colegios particulares pagados.

El modelo del PentaUC ha sido replicado en la Universidad Católica del Norte, la Católica  de Valparaíso, la de Concepción y de la Frontera. Estos cinco centros, sin embargo, no logran albergar a más del 1% del total de alumnos con talento académico.

A partir del año pasado, el gobierno comenzó con la entrega de becas para ampliar la asistencia de estudiantes destacados pues, como afirma Montt, la ventaja de estos programas está en la infraestructura con que cuentan las universidades, los académicos de primer nivel y su oferta diversificada de cursos. Este año se entregarán 1.200 becas, con la idea de llegar a 7.000 para el Bicentenario. “Es la nada misma, pero la señal es importante. Ahora tenemos que sentarnos para definir una política pública a largo plazo, inyectando recursos”, acota Arancibia.


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