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Al igual que los huracanes, los tornados corresponden a un fenómeno meteorológico violento. Se presentan como poderosos remolinos de viento con forma de embudo; se extienden a partir de una enorme y densa nube y llegan hasta el suelo, arrasando con todo a su paso. El aire ventoso se mezcla con tierra, residuos y, si su intensidad es alta, incluso puede llegar a arrancar árboles de raíz y arrastrar autos, animales y estructuras mayores (como casas y puentes). Por lo general, se mueven de forma horizontal de suroeste a noreste, desplazándose, aproximadamente, a 50 km/h; algunos se mueven más lento, mientras otros alcanzan velocidades de 100 km/h o más. La trayectoria promedio de un tornado es de unos 400 metros de ancho y unos cuantos kilómetros de largo. Algunos registraron trayectorias excepcionales de 1,6 kilómetros de ancho y 480 de largo.

En todo tornado es posible distinguir tres partes: la nube madre, el embudo y el vórtice. La nube madre, como su nombre lo indica, es el lugar donde nace el tornado. Corresponde a una nube de tormenta (del tipo cumulonimbo) de color blanco o gris, generalmente, de gran tamaño. Bajo la nube madre se ubica el embudo, una columna de aire formada en la parte alta de un tornado y que suele adquirir una tonalidad más oscura por todos los residuos absorbidos en su camino. Finalmente, se ubica el vórtice, la zona del tornado más cercana al suelo y que se caracteriza por poseer fuertes vientos girando en forma de espiral.

Formación de un tornado

En forma usual, los tornados se producen en la zona de transición entre las masas de aire polar y tropical, entre los 20º y 50º de latitud, a ambos lados de la línea del Ecuador. Rara vez se forman en latitudes superiores a 60º, ya que el aire no contiene la humedad ni la temperatura necesarias. Lo mismo aplica en la zona ecuatorial, donde la atmósfera no posee la inestabilidad suficiente para desarrollar una tormenta de tal magnitud.

Se ha establecido, además, que la mayoría de los tornados ocurre en zonas agrícolas de nuestro planeta, ya que son sectores donde es posible encontrar la humedad y la temperatura precisas, sobre todo durante primavera y verano.

Los tornados se forman cuando una corriente de aire caliente ascendente, al interior de un cumulonimbo, es arrastrada en forma giratoria por los vientos de la parte superior de la nube. El encuentro hace rotar el aire en dirección de las agujas del reloj en el hemisferio sur, y en sentido inverso en el hemisferio norte.

La circulación del aire provoca una baja de presión en la zona céntrica de la tormenta, creándose una columna de aire. Esta columna central desciende progresivamente desde la nube hasta alcanzar el suelo, para continuar su camino en forma horizontal.

Dependiendo de la intensidad de los vientos, es posible que un tornado produzca voladuras de techos y el volcamiento de automóviles de gran tamaño.

Frecuencia

Si bien los tornados pueden producirse a lo largo de casi todo el año, se observa una marcada variación estacional que difiere del país y lugar, siendo su máxima ocurrencia durante los meses de junio, julio y agosto.

En la primera parte del año, marzo y abril, son más corrientes cerca de la costa del Golfo de México. A medida que el año transcurre, el lugar de mayor formación de tornados se desplaza más al norte de los Estados Unidos. La razón que explica este desplazamiento se relaciona con el movimiento, en igual dirección, de las masas de aire.

Los tornados pueden originarse a cualquier hora del día, pero con mayor frecuencia entre las 14 y 20 horas, porque en ese tiempo hay un incremento de la temperatura de la superficie terrestre. El calor contribuye a la inestabilidad atmosférica y a la formación de tormentas que, por lo general, conducen a la formación de tornados.

Escala de Fujita

A nivel mundial, existen variadas escalas de medición de la intensidad de los tornados. Sin embargo, la más utilizada es la llamada Escala de Fujita, que clasifica este evento meteorológico según el daño que provoca el viento a su paso, desde lo más leve a lo más severo. Se utiliza una vez ocurrido el tornado, ya que antes es imposible predecir su fuerza.

La escala de medición fue creada en el año 1971 por el profesor de la Universidad de Chicago Theodore Fujita, quien dedicó gran parte de su vida a develar los misterios en torno a este maravilloso fenómeno de la naturaleza.

Relacionando la escala de vientos de Beaufort (que estima la velocidad de este elemento) junto a la velocidad del sonido, confeccionó un total de 13 categorías para clasificar los daños ocasionados. Por lo general, solo se utilizan seis, que se clasifican de 0 a 5 y se antepone una F en honor a su autor.

Estas son:

F0: con vientos cuya velocidad va desde los 64 a los 116 km/h. Es el tornado más leve y sólo ocasiona trastornos menores, como la destrucción de ramas de algunos árboles.

F1: incluye a aquellos con vientos que van desde los 117 hasta los 180 km/h. Esta mayor intensidad provoca el desplazamiento de casas rodantes y de algunos vehículos menores, y el levantamiento de tejas.

F2: corresponde esta categoría cuando la intensidad alcanza entre 181 y 253 km/h. Los daños son más considerables; muchas techumbres son arrancadas en su totalidad, y los árboles de gran tamaño pueden ser partidos en pedazos.

F3: son los tornados que alcanzan entre 254 y 332 km/h. Los caminos sufren grandes daños y es probable que automóviles y trenes de gran peso sean lanzados por el aire.

F4: si el viento alcanza velocidades entre 333 y 418 km/h, puede provocar el derrumbe casi inmediato de paredes sólidamente construidas. Además, objetos de gran tamaño son literalmente pulverizados y vehículos de carga también son elevados por los aires.

F5: los tornados que integran esta categoría alcanzan entre 420 y 512 km/h. Es probable que tanto casas como edificios de construcción sólida sean arrancados de sus cimientos, lanzados y pulverizados en el aire. Nunca se ha registrado un tornado de estas características, pero de acuerdo a pruebas realizadas en simuladores, se confirmó que su magnitud es comparable a la de una bomba atómica.

Fenómenos asociados

En su camino, los tornados y huracanes suelen acompañarse por otros fenómenos atmosféricos, como fuertes lluvias, rayos y truenos.

Los rayos, que se originan al interior de las grandes nubes de tormenta del tipo cumulonimbo, pueden poseer carga eléctrica positiva o negativa. Estas cargas provienen de las colisiones producidas entre los cristales de hielo o granizos existentes en la nube.

Ante la presencia de masas de aire caliente (menos denso que la atmósfera), estas cargas se separan y las positivas se acumulan en la parte superior de la nube.

Las cargas negativas se dirigen hacia la base, atraídas por las positivas existentes en la superficie terrestre; la diferencia entre ambas produce la descarga, por lo general, de la nube hacia la Tierra. Se ha estimado que el potencial eléctrico de estas descargas es enorme, ya que alcanza los 100 millones de voltios (una lámpara consume 150 voltios).

Se distinguen tres tipos de rayos. Su principal diferencia radica en el recorrido de las cargas eléctricas que los originan. Existen los del tipo nube-aire, en los que la electricidad se desplaza desde la nube hacia una masa de aire de carga opuesta; también están los nube-nube, en los que el relámpago puede producirse al interior de una nube o entre dos cargas diferentes, y, finalmente, se distinguen los del tipo nube-suelo, que se caracterizan porque las cargas negativas del interior de la nube son atraídas por la carga positiva del suelo.

Los truenos corresponden al estruendo producido por el aire al dilatarse muy rápidamente y generar ondas de choque, a medida que se calienta.


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