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«Papá, ya no quiero seguir con esto». Se estima que hasta el 70% de los padres llega a escuchar esta frase de sus hijos, que ya están cansados de las lecciones de música, los entrenamientos de fútbol del sábado, las clases con el «fregado» instructor de tenis o, simplemente, porque ya no soportó más que el profesor de pintura siempre destacara el trabajo del otro compañero, ese que siempre «dibuja bien», mucho mejor que él.

Según un estudio realizado por la fundación Citizenship Through Sports Alliance en EE.UU., más de la mitad de los niños que se inscriben en una actividad extra programática termina renunciando antes de cumplir los 14 años, con el consiguiente dolor de cabeza para los padres, que muchas veces sucumben ante la encrucijada de «respetar la voluntad del niño» o reforzarles la idea de que «los compromisos que uno asume se deben cumplir».

Lo que la mayoría de los padres desconoce, sin embargo, son las razones que llevan a sus hijos a querer renunciar a esa actividad: de acuerdo con los resultados del estudio estadounidense, los niños quieren abandonar por que no están contentos con el estilo de los entrenadores o profesores, o no comparten las aspiraciones de sus padres sobre ese deporte o actividad.

Otro estudio, realizado en la U. de Alberta, Canadá, sugiere que en muchas oportunidades, los padres debieran dejar a sus hijos renunciar. La investigación, que buscaba encontrar herramientas para que los entrenadores hicieran sus clases más entretenidas, se topó con que las respuestas iban por otro lado. Frases como «la clase de educación me robó la alegría de practicar deportes durante años» o «destruyeron mi confianza física», se repetían insistentemente. El problema, dice el estudio, es que el carácter en extremo competitivo y organizado que llegan a alcanzar muchas de estas actividades termina «secuestrando» el encanto de hacer esa actividad.

Claudia Cartes, experta en sicoterapia familiar de la Unab, comenta que es importante que los papás no impongan nada sin antes enterarse de las causas que motivan a sus hijos a querer renunciar. «Que no sea por lata o flojera. Si realmente lo están pasando mal, es mejor sacarlos de esa actividad», dice. Para eso, es relevante hablar con los hijos y conocer cómo piensan, pero sobre todo, asegurarse de no estar proyectando alguna paternal frustración artística o deportiva en ellos. Si su hijo es feliz y lo pasa bien, jamás querrá renunciar a una actividad. Sea cual sea.


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