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La adolescencia es la etapa de la vida en que somos más propensos a tener un humor cambiante, a tener comportamientos más impulsivos y a caer más fácilmente en depresiones y adicciones. Y aunque varios estudios han buscado respuestas tanto en la socialización como en el cerebro adolescente, una investigación de la U. de Pittsburgh dice que la respuesta a estos comportamientos está en que ante un mismo hecho, el cerebro adolescente simplemente actúa distinto a como lo hace el de un adulto. Específicamente, donde está ubicado nuestro sistema de recompensa y de selección de decisiones.

El estudio, realizado en animales adolescentes y adultos, mostró que ante un estímulo externo (como comida) el cerebro de los más jóvenes se mostró mucho más sensible e hiperexcitado. Por ello, estuvieron más dispuestos que los adultos a cumplir una prueba (atravesar un agujero) para acceder a la recompensa (comer una porción de alimento).

Eso se debería a que sus cerebros son más sensibles a la dopamina, un neurotransmisor responsable de las sensaciones placenteras. Así, analizando los cerebros de los animales, los expertos se dieron cuenta de que esa mayor permeabilidad a la recompensa hacía que ésta se volviera lo más relevante a la hora de tomar una decisión (superponiéndose a otras áreas vinculadas con la racionalidad), lo que explicaría por qué los jóvenes toman más riesgos y desarrollan más adicciones. Así como sus reacciones emocionales extremas ante la derrota y el fracaso.

«Nuestro estudio muestra que si la expectativa de recompensa golpea en un área del cerebro que influencia la toma de decisiones, la recompensa puede controlar las acciones de manera más poderosa si se es un adolescente», dice a La Tercera Bita Moghaddam, profesora de neurociencia de la U. de Pittsburgh e investigadora líder del estudio.

Los expertos se fijaron especialmente en dos áreas del cerebro: el núcleo accumbens (encargado de liberar dopamina y otros neurotransmisores que generan placer, cuando alguien come, tiene sexo o recibe estímulos artificiales, como las drogas) y el estriado dorsal (que controla la selección de acciones y la formación de hábitos).

Los resultados mostraron que ante la recompensa (la comida), el núcleo accumbens de adultos y adolescentes actuó de manera similar, en el estriado dorsal los jóvenes mostraron una mayor actividad. Esto hacía que el cerebro de los adolescentes reaccionara a los estímulos con más emoción y que ese frenesí provocado por la estimulación generara, a su vez, un mayor grado de desorganización en sus cerebros de los adolescentes. Los cerebros adultos, por el contrario, procesaron los premios con un buen equilibrio de excitación e inhibición.

«Aunque el cerebro es del mismo tamaño, hay diferencias sutiles (o inmadurez) que pueden afectar la forma en que responden a los eventos del medioambiente. Nos encontramos con que esta región del cerebro en los adultos generalmente no responde a la recompensa, pero en adolescentes sí lo hace», dice Moghaddam.


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