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Sin esperar la formación y apoyo de un ejército regular, hordas de personas, incluyendo mujeres y niños, se movilizaron en 1096 hacia Tierra Santa desde todos los puntos de Europa. Eran guiadas por un ex soldado, ahora fraile, llamado Pedro el Ermitaño, el cual había sido maltratado por los turcos. También encabezaba la expedición un caballero pobre de nombre Gualterio Sans-Avoir.

Durante su marcha saquearon poblaciones y degollaron a sus habitantes. Los búlgaros tomaron represalias y los diezmaron parcialmente. Cien mil de ellos llegaron a Asia Menor y prosiguieron con sus desmanes, sin discriminar entre cristianos y musulmanes, siendo aniquilados por los turcos.

Tras esta cruzada popular, un poderoso ejército de alrededor de 700.000 hombres viajó a Tierra Santa en 1097. Entre los señores que lo comandaban se encontraba Godofredo de Bouillón, duque de Lorena. Pero luego de tres años solo 20.000 llegaron a las puertas de Jerusalén, tras sufrir pestes, bajas en combates y deserciones y después de haber capturado las ciudades de Nicea y Antioquía. Luego de cuarenta días de lucha tomaron la ciudad, masacrando a sus habitantes. Fue tal la matanza, que se dice que los caballos caminaban con la sangre de los enemigos hasta las rodillas.

Godofredo fue nombrado defensor del Santo Sepulcro. A su muerte, su hermano Balduino fue proclamado rey de Jerusalén, en 1100. La presencia de un reino latino en Palestina actuó como un área de amortiguación entre el Imperio Bizantino y las fuerzas musulmanas.

Niños cruzados

A pesar de la decadencia de las cruzadas, un grupo de niños, liderados por un joven pastor francés, Stephan, se movilizó desde diferentes partes de Europa, para luchar contra los musulmanes. El rey de Francia alcanzó a impedir su viaje, pero los niños de Alemania comenzaron su travesía a Tierra Santa, con la venia de sus padres que creían que la fe de un niño era más poderosa que las armas de un caballero. Estos jóvenes ni siquiera llevaron provisiones, pues suponían que Dios les proveería de todo lo que necesitaran. Muchos murieron de hambre, frío y enfermedades, y los pocos que sobrevivieron llegaron a la costa del Mediterráneo, donde fueron vendidos como esclavos por mercaderes cristianos.


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