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INDICE

Datos biográficos

Isabel era hija del rey Juan II de Castilla y de Isabel de Portugal, con quien Juan II se había casado en segundas nupcias. La futura reina había nacido en Madrigal de las Altas Torres, el 22 de abril de 1451. Su infancia la pasó en Arévalo, lugar al que se mudaron con su madre cuando su padre murió. En 1464, el rey Enrique IV, su hermanastro, la llevó a su corte.

La muerte del príncipe Alfonso, hermano de Isabel y heredero al trono, en 1468, llevó a los nobles partidarios de limitar el poder real a elegir a Isabel para asumir el trono de Castilla, pensando que era más manejable que Enrique IV. Este reconoció a su hermanastra como sucesora legal al firmar el Pacto de los Toros de Guisando (1468), confirmando así la ilegitimidad de su hija Juana, apodada la Beltraneja, ya que se suponía que su verdadero padre era Beltrán de la Cueva.

Isabel es coronada reina

Ya como princesa de Asturias, Isabel se casó con Fernando de Aragón, heredero del reino del mismo nombre, el 19 de octubre de 1469, gracias a una bula papal falsa presentada por el arzobispo Alonso Carrillo de Acuña, debido a que ambos eran primos segundos.

A la muerte de Enrique IV, Isabel se proclamó reina de Castilla en 1474, basándose en el tratado de los Toros de Guisando, lo que provocó la guerra entre ella y Juana. El conflicto se desarrolló entre 1475 y 1479 y en él intervinieron Portugal y Francia apoyando a la Beltraneja, mientras que Aragón combatió del lado de Isabel.

Victoria isabelina

La derrota portuguesa en las cercanías de Toro (1 de marzo de 1476) a manos de Fernando y las dificultades francesas para apoyar a los portugueses debido a la oposición de la marina vasca, decidieron la victoria a favor del bando isabelino. Los Tratados de Alcaçovas (septiembre de 1479) pusieron fin a la lucha y dejaron a Isabel sólidamente instalada en el trono. Además, ese mismo año Fernando se convierte en rey, lo que consolidó la unión dinástica de Castilla y Aragón, sentando los cimientos del Estado moderno en la península ibérica.

Obras de Isabel I

Con el objeto de fortalecer el poder real se adoptaron varias medidas radicales, entre ellas: la creación de la Santa Hermandad, con fines de índole policial y judicial; la regulación de la Hacienda Real, lo que estimuló la economía; la revisión de los privilegios dados a los nobles por Enrique IV, y la formación de un ejército permanente.

En el ámbito religioso se expulsó a los judíos de España (ver recuadro); se reformaron las órdenes religiosas, con la ayuda del cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, y se creó la Inquisición en Castilla (1478).

Sin embargo, los hechos más destacados que marcaron el reinado de Isabel I y Fernando II fueron la conquista de Granada en 1492, lo que acabó con los siete siglos de dominio de los árabes en la península, y el descubrimiento de América, gracias a Cristóbal Colón, cuyo viaje fue financiado debido a los esfuerzos de la reina Isabel por convencer a su marido de apoyar esa empresa. Estos sucesos convirtieron a España en una potencia internacional.

Muere la soberana

Isabel y Fernando tuvieron cinco hijos: Isabel, Juan, Juana, María y Catalina. Sin embargo, la muerte del príncipe Juan en 1497 y la de Isabel un año después, provocó en la reina una depresión, agravada por el posterior fallecimiento de su nieto Miguel (hijo de Isabel) en 1500.

Cuatro años más tarde, Isabel I moría en Medina del Campo, dejando echadas las bases del futuro imperio español.

Expulsión de los judíos

Durante la época de Isabel I la religión era considerada parte fundamental del Estado y lo más lógico era que los miembros de una misma nación profesaran las mismas creencias. Por eso la defensa y la difusión de la fe constituyó la preocupación principal de Isabel como un medio para unificar España.

En la península ibérica existían numerosos judíos conversos, es decir, convertidos al cristianismo; pero muchos solo lo habían hecho por conveniencia y practicaban ritos judaicos.

Preocupados por la creciente infiltración de los falsos conversos en los altos cargos civiles y eclesiásticos y por las graves tensiones entre judíos y cristianos que debilitaban la unidad del país, el 31 de marzo de 1492, los Reyes Católicos optaron por la expulsión de los judíos de España.


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