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Era natural de Cádiz y sirvió más de 30 años en los ejércitos españoles en Milán, Cataluña y Flandes. Habiendo llegado a la Corte de Madrid en el momento en que el Rey Felipe IV había ofrecido la gobernación de Chile a cinco importantes personalidades que la rechazaron, él aceptó y se le despachó el título correspondiente el 4 de febrero de 1663.

Meneses era un diestro jinete y maestro en las lidias de toros. Gustaba de los perros y caballos, y se caracterizaba por una personalidad insubordinada y desobediente hacia sus superiores, hecho que le valió el apodo de Barrabás. Su designación fue fruto de la psrotección que le brindaba Juan de Austria, hijo natural de Felipe IV, y el más importante general de España.

Fue enviado a Chile con el grado de general de artillería y con 300 hombres para servir en la Guerra de Arauco. Primero arribó a Buenos Aires y tras cruzar la Cordillera de los Andes llegó a Santiago a fines de enero de 1664.

Sus abusos de poder provocaron su caída como Gobernador (1667) y su posterior juzgamiento por parte de las autoridades españolas, quienes no alcanzaron a condenarlo antes de su muerte, ocurrida en la ciudad de Trujillo en 1672.

Primeros problemas en Chile

Desde un principio la actitud de Meneses no concordó con los usos y costumbres de la Colonia. Impetuoso, desconfiaba de la competencia y quería imponer por la fuerza la dignidad de su cargo.

Su primera víctima fue el Gobernador interino Ángel de Peredo, a quien acusó de haber creado más plazas de oficiales de las que el ejército realmente necesitaba y de haber vendido los cargos militares. Ordenó su arresto, pero Peredo logró escapar.

Ante el fracaso, Meneses las emprendió contra los amigos de Peredo, entre ellos el oidor Alonso de Solórzano y Velasco quien había manifestado su opinión contraria a las medidas del Gobernador; en respuesta, este lo depuso de su cargo y lo desterró.

Polémico matrimonio

Los excesos de Meneses continuaron con la violación de la prohibición real de que los funcionarios más importantes se casaran, sin el previo permiso del Rey, con una mujer del territorio en el cual servían. La elegida fue la joven Catalina Bravo de Saravia, hija del maestre de campo Francisco Bravo de Saravia. El matrimonio se realizó secretamente en abril de 1664, con la presencia de testigos que guardaron la mayor reserva y contando con la anuencia de los padres de la novia, ampliamente beneficiados por el Gobernador.

Problemas con el obispo Humanzoro

Otra víctima de los atropellos y acusaciones de Meneses fue el obispo de Santiago, Fray Diego de Humanzoro. Las desavenencias comenzaron por asuntos formales sin mayor importancia, y terminaron con la presentación de un memorial de Meneses ante la Real Audiencia, donde establecía una serie de acusaciones contra el sacerdote.

La idea de Meneses era sacar a Humanzoro de su cargo y desterrarlo. En diciembre de 1664, intentó convencer a los oidores de la Real Audiencia de que firmaran una provisión real que obligara al obispo al destierro, lo que consiguió solo mediante la utilización de la fuerza. Sin embargo, Humanzoro no cumplió la orden y prefirió trasladarse a la provincia de Cuyo. Antes de salir de Santiago, el obispo redactó una carta al Rey denunciando la conducta del Gobernador. A la postre, este escrito resultó bastante influyente en la caída de Meneses.

A estas actitudes, también se sumó la intención de Meneses de enriquecerse en el desempeño de su cargo. Desde un comienzo se dejó conquistar con regalos e hizo de los puestos de la administración civil una verdadera fuente de riqueza; además, sus especulaciones comerciales abarcaron casi todos los ramos de la economía del Reino.

La Guerra de Arauco

Francisco de Meneses no participó directamente en la Guerra de Arauco hasta diciembre de 1664, cuando decidió liderar la primera campaña de su mandato. Antes, había dejado el ejército al mando de Ignacio de la Carrera.

Entre las acciones militares del Gobernador habría que destacar la repoblación de los fuertes de Arauco, Nacimiento, Santa Fe y de la plaza de Santa Juana, destruida esta última diez años antes por los indígenas. Los éxitos alimentaron la vanidad de Meneses, quien consideraba que sus acciones habían asegurado la paz del Reino, tanto así que mandó a escribir la historia de su campaña. A comienzos de 1666 inició su segunda arremetida contra los indígenas, sin grandes operaciones.

Reacomodo político

En Concepción, Meneses se enteró del fallecimiento de Felipe IV acaecido el 17 de septiembre de 1665, y la asunción al trono de su hijo Carlos, quien quedó bajo la regencia de su madre Mariana de Austria, debido a la corta edad del heredero. La noticia inquietó al Gobernador, quien al asumir la gobernación había hecho gala del favoritismo del Rey, pero también había criticado el débil temperamento de este, anunciando los peores sucesos si su mujer asumía la regencia a su muerte.

En junio se trasladó a Santiago para designar a dos personas de su confianza como procuradores, con el fin de que viajaran a informar a la Corte sobre las necesidades del Reino, adelantándose a cualquier información negativa en su contra. Además, buscó la amistad de sus antiguos enemigos y aprovechó la oportunidad de la vacancia producida en el cargo de Virrey del Perú para hacer efectiva la incorporación de la plaza de Valdivia a su gobernación. De hecho, Felipe IV había autorizado esta incorporación en abril de 1662, pero estaba sujeta a la decisión de la máxima autoridad de Lima.

No habiendo Virrey, Meneses pretendió realizar tal incorporación sin informar tampoco a la Real Audiencia limeña. Sin embargo, todo fracasó, pues el Gobernador del presidio de Valdivia, Baltasar Mejía, dio cuenta de las intenciones de Meneses a las autoridades peruanas.

Intento de asesinato

El 19 de octubre de 1667, Francisco de Meneses fue objeto de un intento de asesinato por parte de Manuel de Mendoza, veedor general del ejército. Este había sido destituido por aquel debido a que había tratado de intervenir en el reparto del Real Situado, para evitar los fraudes que en ello cometía Meneses.

Con ocasión de la visita del Gobernador al Hospital San Juan de Dios, donde se encontraba Mendoza, el oficial vio la oportunidad de vengarse: le disparó sin fortuna. Mendoza fue hecho prisionero y condenado a muerte por el Gobernador. La sentencia se cumplió dos meses después, al son del repique de las campanas de las iglesias, que anunciaban la excomunión decretada por el obispo para aquellos que hicieran efectiva la medida.

Destituido y juzgado por la Corona

En 1667 ya se consideraba que la caída de Meneses era algo inminente. La Corona española -en conocimiento de las cartas del obispo, de los informes de los oidores, y de las denuncias de mal gobierno y abusos por parte de Meneses hechas por varios funcionarios y vecinos- decidió nombrar como Virrey del Perú a Pedro Fernández de Castro y Andrade, con poder para informarse de los sucesos de Chile, y enviar un visitador al Reino.

Las noticias de la llegada del nuevo Gobernador, Diego Dávila Coello y Pacheco, provocaron la huida de Meneses. Sin embargo, fue encarcelado y enviado a la ciudad de Córdoba del Tucumán y posteriormente confinado en la ciudad de Trujillo por orden del Virrey. El juicio de residencia duró dos años y la lista de los cargos era enorme, pero las presiones de su familia y de influyentes personalidades, retardarían la decisión final por muchos años. Meneses murió esperándola.


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