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María Teresa de las Mercedes Wilms Montt, fue hija de Federico Guillermo Wilms y Brieba, y Luz Victoria Montt y Montt. Nació el 8 de septiembre de 1893, en Viña del Mar, y fue la segunda hija, de 7 mujeres.

A pesar de que se la educó para el matrimonio y la vida en la alta sociedad, desde pequeña manifestó su carácter rebelde y apasionado.

Se enamoró de Gustavo Balmaceda, con quien compartía la pasión por la opera. Se casó contra la voluntad de su familia, cuando tenía 17 años de edad, y a raíz de este matrimonio nunca más fue recibida en la casa paterna.

La joven pareja se trasladó a Santiago, donde el carácter artístico y sensible de Teresa se vio realizado en la activa vida cultural capitalino.

Su presencia social no pasó inadvertida y su marido comenzó a sufrir el dolor de los celos. Consecuencia de ello, empezaron también los problemas, los gritos, las peleas, los golpes y la bebida en exceso de él.

El 25 de septiembre de 1911 nació la primera hija del matrimonio Balmaceda Wilms, Elisa.

Masona y anarquista

Por razones de trabajo, la familia Balmaceda Wilms se trasladó a Iquique, donde residió entre 1912 y 1915. «Conocí lo que es para las mujeres de mi clase un misterio: la verdadera miseria material y moral… Mi alma, salió pura de la prueba, pero asqueada», diría Teresa más tarde.

Se relacionó con feministas y sindicalistas, y una pléyade de reformistas, que ejercieron influencia en ella. Adscribió al pensamiento masón y anarquista, consolidándose su espíritu librepensador.

Se inició en la política y comenzó a escribir con el seudónimo de Tebal en la prensa de Iquique.

El 2 de noviembre de 1913 nació su segunda hija, Sylvia Luz.

El convento de la Preciosa Sangre

Posteriormente los Balmaceda Wilms regresaron a Santiago. Tras un viaje, Gustavo descubrió las cartas de amor que su primo, Vicente Balmaceda Zañartu, enviaba a su esposa.

Como castigo, Teresa fue recluida el 18 de octubre de 1915, en el convento de la Preciosa Sangre y apartada de sus hijas, las que pasaron a la tutela de sus abuelos paternos.

En la soledad del convento escribió su Diario Íntimo, e intentó suicidarse el 29 de marzo de 1916, tomando un frasco de morfina. En esta difícil situación fue nuevamente rechazada por sus padres.

En Buenos Aires

En junio de 1916, Teresa inició un viaje sin retorno. El poeta Vicente Huidobro la ayudó a escapar del convento y abandonó Chile, embarcándose hacia Buenos Aires.

Entró al círculo intelectual de esa moderna ciudad, convirtiéndose en una de las pocas mujeres que frecuentaban la bohemia bonaerense.

Sus sueños de escritora se concretaron. En abril de 1917, cuando tenía solo 24 años, apareció su libro Inquietudes Sentimentales y, el mismo año, Los Tres Cantos. Ambos fueron elogiados por la crítica.

Se va a Nueva York

Teresa no pudo huir de una especie de sino: un joven admirador suyo, llamado Horacio, de 19 años, se suicidió debido al desaire de Teresa. Este hecho marcó, incluso, su prosa.

Se dirigió a Nueva York con el objetivo de alistarse en la Cruz Roja, y tras una dura travesía, llegó el 3 de enero de 1918 a esa ciudad. Allí fue acusada de espía alemana y enviada a prisión, lo que la hizo abandonar su objetivo. Su nuevo destino fue España.

Teresa de la Cruz

En la bohemia madrileña inició una gran amistad con los escritores Gómez de la Serna, Gómez Carrillo y el chileno Joaquín Edwards Bello, convirtiéndose además en la musa de Ramón Valle-Inclán.

En Madrid publicó En la Quietud del Mármol, con un prólogo de Gómez-Carrillo, y Anuarí, prologado por Ramón Valle-Inclán. Allí, también, tomó el seudónimo de Teresa de la Cruz.

«Mi destino es errar»

La vida itinerante de Teresa Wilms no cesó. En agosto de 1918 regresó a Buenos Aires, donde publicó la colección Cuentos para los Hombres que son Todavía Niños (24 de febrero de 1919).

El 10 de junio de 1919 se embarcó rumbo a Europa, arribando a Londres el 26 de junio. De ahí volvió a España, donde se reunió con sus antiguos amigos e intercambió misivas con Valle-Inclán.

Sevilla, Córdoba y Granada fueron sus nuevos destinos. Al salir de Buenos Aires, había señalado en su diario: «He huido de Argentina porque mi destino es errar».

El encuentro con sus hijas: «…unos ojos de una profundidad increíble».

En 1920, Teresa se trasladó a París, donde se enteró de que su suegro había sido nombrado en un cargo diplomático en la ciudad luz, y que viajaría hasta allí junto a sus nietas, las hijas de Teresa.

Después de 5 años de separación, pudo reencontrarse con ambas niñas. Elisa tenía casi 9 años, y Sylvia 6 años y medio «Con mi hermana y ‘mi mamita’, íbamos por Les Champs Elysées cuando se detuvo un taxi y nos hizo señas una mujer con una capelina negra. Nos acercamos. Yo la quedé mirando abismada de su belleza. Tenía unos ojos de una profundidad increíble. No sabía que era mi madre. Se acercó para abrazarme y me dijo: ‘¡Mi amor, yo soy tu mamá…!'», recordaría Sylvia después.

Teresa logró verlas dos días a la semana, gracias a las gestiones de algunos diplomáticos.

El enorme dolor de separarse de Elisa y Sylvia

Sin embargo la felicidad duró poco; llegó el momento en que las niñas Balmaceda debían volver a Chile con sus abuelos. El dolor se apoderó de Teresa, quien decidió encerrarse en su habitación de la Avenue Montaigne.

Casi no comía, fumaba en exceso y tomaba medicamentos para adormilar sus sentidos.

Escribió en su Diario: «Me siento mal físicamente. Nunca he tributado a mi cuerpo el honor de tomar su vida en serio, por consiguiente no he de lamentar el que ella me abandone. Desnuda como nací me voy, tan ignorante de lo que en el mundo había. Sufrí y es el único bagaje que admite la barca que lleva al olvido».

En vísperas de la Navidad de 1921, Teresa tomó una alta dosis de somníferos, lo que alargó su agonía desde su ingreso al Hospital Laënnec, el 22 de diciembre, hasta su deceso el día 24, cuando tenía sólo 28 años de edad.


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