Un día Emma investigaba en su ático por si encontraba algo interesante que pudiera usar. Encontró una infinidad de cosas de siglos atrás, pertenecientes a sus abuelos o bisabuelos, unas de las cosas que vió fue un gran vestido de novia, con un bello velo y una larga cola, lo que más le había gustado de lo que descubrió fue un gordo y pesado álbum de fotos de sus antepasados.
Pasó un largo rato viéndolo hasta que en el final del ático había algo que relucía de limpio.
A Emma le extrañó que algo que había estado tanto tiempo guardado en un lugar polvoriento y sucio, brillara de limpieza.
Se acercó lentamente y divisó una vieja, pero muy bien cuidada radio. Ella quería ver si funcionaba, así que la enchufó cerca de donde se encontraba. Pasaron unos cuantos minutos pero la vieja radio no daba buenos resultados. Buscaba alguna estación de radio, pero tampoco encontró nada. Hasta que… encontró una vieja estación, tocaban música de jazz, charleston, vals, nada que le pudiera interesar a Emma.
Emma comenzó a sentirse extraña, un poco mareada y veía que todo le daba vuelta, se desmayó.
Al despertar, todavía estaba en el viejo ático, sólo que ya no era viejo. Estaba totalmente limpio y ordenado, todo en su lugar a excepción de la radio.
Pensó que sus padres pudieron haber limpiado mientras ella estaba inconsciente, pero le extrañó que no se hayan fijado en ella tirada en el piso. Bajó las escaleras rápidamente y se llevó un gran susto. Su casa parecía de los años ’10, 1910.
Casi se desmaya nuevamente, pero respiró profundamente y siguió. Se topó con su bisabuela de niña, y ella, como toda inocente, se asustó al ver a una adolescente de 14 años, vestida de polera manga corta y unos jeans azul marino con un estampado de una mariposa, estando vestida ella de vestido largo, con guantes y un enorme sombrero.
Emma intentó tranquilizarla, pero fracasó. Desesperada, ella busca alguna explicación de por qué derrepente estaba en su sucio ático y de un momento a otro termina en el año 1910. Una idea se le viene a la cabeza, la radio…
Desesperada y sin que la vieran para no causar ninguna impresión no deseada, buscaba la radio.
Pasaron días, hasta llegar a la semana. Pensó en sus padres, debieron estar preocupados al darse cuenta de que su hija no estaba.
Salió a caminar, quería despejar su mente, hasta que vió la radio en una vitrina de venta. Por su cabeza pasó el pensamiento de que tal vez todavía no compraban el aparato. Decidió entrar.
Le contó al vendedor lo que le había pasado. Él no le creyó mucho, pero igual le prestó la radio para que la enchufara y prendiera. Emma prendió la radio e intentó sintonizar la estación. Preguntó en qué radio tocaban música de jazz, charleston y vals.
Lamentablemente esa era la música que se escuchaba en todas las radios. En un momento escuchó un vals que había oído un momento antes de su viaje al pasado, esa era la estación.
Emma comenzó a sentir los mismos síntomas de antes, mareos, sentir que todo le daba vuelta.
Al vendedor le agradó Emma, así que antes de que se desmayara, le regaló una pulsera. Él no llamó a ninguna ambulancia porque sabía lo que iba a pasar, él si le creía que ella venía del futuro, sólo que no lo demostraba, el vendedor pensaba que era un mito que personas del futuro volvían al pasado, pero se dio cuenta que era verdad.
Entonces apenas se desmayó y se fue Emma al futuro, el vendedor se deshizo de la radio para que no vinieran más personas por error.
Al despertar, Emma estaba en su viejo y sucio ático, todo estaba igual, pero la radio no estaba por ninguna parte. Pensó que todo había sido un largo sueño, pero se sorprendió cuando vió en su muñeca la pulsera que le regaló el amable vendedor. Todo fue verdad
Fue directamente a la habitación de sus padres y les preguntó cuánto tiempo estuvo fuera, si la extrañaron y si se preocuparon. Ellos se miraron y respondieron:
-«Sólo estuviste 10 minutos en el ático, Emma…».
Sorpresa de Yerbas Buenas