Había una vez una niña llamada Diana que soñaba con tocar una nube por lo menos una vez en la vida.
Un día la niña se asomó hacia la ventana y se puso a mirar el cielo, de repente comenzó a flotar, ella no sabía qué pasaba y no gritó para no preocupar a nadie.
Cuando ya estaba muy arriba, pasó una estrella fugaz que la recogió repentinamente, ella iba a toda velocidad cuando la estrella la dejó sobre una nube.
Sobre esta nube vivían unos duendecitos rosados, ellos le contaron que el mundo de las nubes habían sido atacadas por unos granizos y que se estaba destruyendo poco a poco.
Diana quedó muy angustiada de que estas simpáticas criaturas sufrieran tanto así es que decidió ayudarlos.
Al otro día, los duendes y la niña tomaron unas redes para mover las nubes hacia donde caían los granizos que afectaban a los duendes, pero se dieron cuenta que las nubes eran muy débiles y que debían endurécelas, entonces fabricaron una mezcla de yeso la cual se la pusieron a las nubes para que fueran muy duras. A la siguiente granizada los duendes no sufrieron nada.
El las nubes le hicieron una gran fiesta y le regalaron a Diana un cofre que contenía un pedazo de nube, así la niña bajó a la tierra en la estrella fugaz cuando de repente…
– ¡Diana!, ¡Diana! -gritaba su mamá-. ¡Levántate!.
Diana se dio cuenta que toda su aventura había sido un sueño, pero cuando abre su mano encuentra un pequeño cofre que
tenía dentro un pedazo de nube.
Diana nunca olvidaría su aventura que al parecer no era un simple sueño y ese cofre lo cuidaría más que a nada en el
mundo.
Sorpresa de Yerbas Buenas