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LA TERCERA. Por Sofía Otero

“La primera instrucción del trabajo es que, por favor, no me entreguen una vil copia de un informe sacado de internet. El año pasado recibí uno que descargaron de una página mexicana y ni siquiera borraron los ‘cuates’ que aparecían”, advierte un profesor de ingeniería de la U. de Chile en un intento de prevenir un mal cada vez más común en las aulas de todo el mundo: el plagio.

Si bien en Chile no existen números oficiales, en Estados Unidos se estima que el 80% de los universitarios ha entregado un trabajo ajeno como propio, el 90% cree que los plagiadores nunca son descubiertos y el 97% permite que otro copie sus informes. Aunque la posibilidad de copiar siempre ha existido, hoy es un fenómeno más masivo, reconocen en las universidades, ya que la información está más al alcance en internet, y basta con “cortar” y “pegar” para tener un trabajo completo.

“Son decenas de miles de chilenos los que nos visitan a diario. Si lo hacen para buscar bibliografía o para ‘cortar y pegar’, no podemos saberlo. Nuestro objetivo es facilitar una fuente de información, con más de 68 mil trabajos”, dice Ángel Benito, de El Rincón del Vago, uno de los sitios más populares de “tareas”.

Por eso, frente a la evidente facilidad de conseguir trabajos completos en pocos segundos, las instituciones de educación superior han optado por reforzar sus sanciones e informar desde el primer día de clases sobre las consecuencias de incurrir en una actitud reñida contra la ética.

Calificar el trabajo con la nota más baja, repetir el curso, ser suspendido por un semestre o incluso un año y hasta la expulsión, son los castigos que se aplican a los tramposos.

Trabajos a mano

La mayoría de las universidades nacionales dice que no reciben más de cuatro casos graves al año, aquellos que llevan hasta la dirección porque se trata de trabajos finales o de copias completas. “Tuvimos un texto construido en torno al “nosotras”, pero que lo firmaba un hombre”, cuenta Abraham Santibáñez, del Consejo de Etica de la UDP.

Pero algunos reconocen que es muy difícil identificar los casos pequeños, aquellos que copian párrafos o sólo partes de un texto. “Se duda cuando un estudiante que habitualmente presenta redacciones defectuosas aparece con algo sorprendente”, agrega Santibáñez.

Los planteles tienen gran confianza en Google para detectar a los tramposos, ingresando algún párrafo sospechoso para encontrar el texto de su fuente original. Pero como el éxito de esta herramienta es limitado, el profesor Juan Velásquez, del Departamento de  Ingeniería Industrial de la U. de Chile, presentó en 2006 un proyecto Fondef para desarrollar un sistema detector de plagios: “Hacerlo a través de buscadores toma mucho tiempo y no todos los profesores son buenos usuarios de la web”, reconoce.

Existen softwares que comparan el trabajo con miles de documentos de la red, una herramienta muy popular en las instituciones extranjeras, pero que en Chile casi no se ocupan.

Otra táctica entre los académicos es pedir trabajos escritos a mano -para que por lo menos lea lo que va a copiar- o reducir las tareas en grupo, donde se tiende a recargar a un solo integrante quien, ante el agobio, puede tentarse de visitar el rincón del vago o  www.monografías.com. “Ahora, los cursos de metodología de la investigación incluyen un módulo dedicado a explicar qué es el plagio”, dice el director de estudios de la U. de Los Andes, Jaime Arancibia. Además, los planteles están reforzando el correcto uso de bibliografía en la mayoría de los ramos, ya que muchos estudiantes no saben cómo manejarla y terminan cayendo en plagio. La segunda excusa para cometer esta falta, y la más común, es aducir escasez de tiempo.

La copia, según los académicos

“Muchos alumnos sienten que la universidad hay que pasarla rápido y optan por tomar estos ‘atajos’”, explica Sergio González, doctor en psicología de la Usach.

Los reglamentos cada vez deben tipificar más conductas y sanciones respecto al plagio para que estén claras las reglas del juego”. (Jaime Arancibia, director de estudios U. Andes)

Una recomendación para los profesores es pensar que todo lo que ya se hizo está archivado por ahí y hacer seguimiento a los alumnos”. (Abraham Santibáñez. Consejo de Ética de la UDP)

Basta que te pillen una vez para que tu reputación quede por el suelo”. (Juan Luis León. Asuntos Estudiantiles de la UNAB).

Softwares para identificar a los tramposos

www.turitin.com: tiene usuarios en más de 80 países. Cada trabajo sospechoso es comparado con billones de documentos de archivo y actuales que estén en la red. El sitio genera un informe detallado, señalando qué párrafos fueron plagiados y cuál es la fuente original. Según estadísticas del sitio, el 70% de los trabajos son originales, 29% son altamente plagiados y un 1% es una copia textual. El servicio tiene costo, pero puede descargarse una versión de prueba gratuita.

http://www.educared.net/mespana_intercampus/home_49_658_esp_1_html una aplicación gratuita que identifica documentos en una base de datos recientes de internet, los coteja con informes introducidos por otros usuarios y también permite comparar los informes cuestionados con los apuntes del profesor, lo que es muy útil cuando el docente quiere verificar si el alumno aplicó la materia de la clase o si transcribió las cátedras al informe.

http://www.copyscape.com: los autores genuinos pueden detectar quién los ha estado plagiando a través de un sistema que compara contenidos de páginas web personales con otros sitios de internet sin costo alguno.
Copyscape tiene un banner que se puede integrar en los sitios donde se advierte que la página está protegida contra el plagio. Además, este sitio ofrece un servicio premium de monitoreo constante y automático que informa de cada nuevo plagiador.


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