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La construcción de huesos continúa a lo largo de la vida, ya que nuestro cuerpo renueva y da forma constantemente al tejido vivo de los huesos. Los huesos contienen tres tipos de células: los osteoblastos, que forman nuevos huesos y ayudan a reparar los daños; los osteocitos, que transportan nutrientes y desechos desde y hacia los vasos sanguíneos presentes en los huesos, y los osteoclastos, que desgastan el hueso y ayudan a darle forma. Los osteoclastos son sumamente activos en los niños y adolescentes, y trabajan sobre los huesos mientras se modifican por el crecimiento. También desempeñan un papel importante en la reparación de fracturas.

Los huesos están formados por calcio, fósforo, sodio y otros minerales, así como la proteína colágeno. El calcio es necesario para que los huesos sean duros, lo que les permite soportar nuestro peso. Los huesos también sirven para almacenar calcio y liberan parte en nuestro torrente sanguíneo cuando se necesita para otras partes del cuerpo. Las cantidades de ciertas vitaminas y minerales que comemos, en especial vitamina D y calcio, afectan en forma directa la cantidad de calcio almacenado en los huesos.

La médula blanda que se encuentra en el interior de los huesos es el lugar en el que se fabrican la mayoría de las células sanguíneas que fluyen a través de nuestro cuerpo. La médula contiene células especiales denominadas células madre, que producen los glóbulos rojos y las plaquetas. Los glóbulos rojos transportan oxígeno hacia los tejidos del cuerpo y las plaquetas ayudan a coagular la sangre cuando una persona sufre un corte o una herida.


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