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En el año 1600, el médico inglés William Gilbert se dio cuenta de que la electrificación  es un fenómeno general y que no se limita tan solo al ámbar. Más adelante, Benjamín Franklin determinó que las interacciones eléctricas responden a la existencia de una propiedad de la materia que denominó carga eléctrica; además, luego de sucesivos experimentos con caucho y vidrio, constató que hay dos tipos de carga eléctrica. Esta fue su conclusión después de observar que si se frota una barra dura de caucho contra la piel y luego se suspende de un hilo, y, paralelamente, se frota una barra de vidrio contra una tela de seda y luego se acerca a la barra de caucho, observaremos que existe una fuerza de atracción entre ambas barras (tienden a juntarse); mientras que si se acerca una de las barras de caucho a otra que también haya sido frotada contra la piel, podremos observar que entre ellas hay una fuerza de repulsión (tienden a separarse).

Lo anterior implica que existen dos estados de electrificación. Para diferenciarlos, Franklin les dio el nombre de estados de carga positiva (+) y carga negativa (-). Así y de acuerdo con la convención adoptada por él, decimos que la carga eléctrica del vidrio es positiva y la carga eléctrica del caucho, negativa. Y también de acuerdo con esto decimos que: «las cargas iguales se repelen, y las cargas de signo contrario se atraen».